La leyenda dice que Chandraguprta había perdido a su mujer muchos años antes por una torpeza de sus servidores, al parecer un brahmán al servicio del rey tenía como único cometido proporcionarle dosis pequeñas de todos los venenos conocidos con el fin de que su organismo se familiarizara con las sustancias letales. Utilizaba para ello la comida del rey, su mujer, la reina, que se encontraba embarazada, ignorante del celo de su servidor probó en cierta ocasión del plato del rey y cayo inmediatamente muerta: El brahmán se avalanzó entonces sobre el cuerpo de la mujer en cuyo seno aún latía el corazón del heredero, y rápidamente la abrió las entrañas con el propósito de que el veneno no alcanzara a la criatura. No pudo evitar que una gota de aquella sangre envenenada cayera en su frente y le dejara marcada aquella parte de su cuerpo para toda la vida. Chandragupta derivo espiritualmente hacia la práctica jainista [1], una religión con severísimas exigencias. Su nieto Ashoka haría del budismo la religión oficial, espantado de su propio proceder ya que había ordenado matar a más de cien mil personas con el fin de aplastar una rebelión en sus tierras. Previamente había creído purgar sus pecados deambulando por campos ensangrentados: "¿Qué he hecho. Qué he hecho?" repetía al parecer, horrorizado por la extrema brutalidad que había instigado.
Tanto budismo como jainismo rechazaban los dogmas del hinduismo, incluido el sistema de castas, pero mientras el jainismo era en extremo severo con las posesiones materiales, hasta el punto de que sus monjes iban prácticamente desnudos, el budismo encontraba en la evidencia de los sentidos una vía de purificación. De tal forma que el propio Buda dignifica el olfato pues la belleza de una flor está a la altura del perfume que exhala. Tal es así que la virtud necesariamente está de lado de los aromas amables y no se concibe la santidad sin el aroma de la rosa, el loto, el jazmín y el sándalo. Incluso, y al amparo de la antigua literatura lndia conocida como Sarangadhara samhita, epítome de los textos ayurvédicos medievales, se pensaba, en un alarde de transmutación alquímica, que si se bebía con frecuencia un perfume que contuviera sándalo y otras sustancias, el cuerpo adquiría la esencia de la sustancia consumida, que en este caso tenía propiedades olorosas, de tal forma que quedaría como vestido por un manto de permanente aroma.
El perfume de sándalo se ofrecía en dos preparaciones distintas como ungüento o en forma líquida. La elaboración de la pasta de sándalo es muy antigua; se utiliza una piedra plana sobre la que se efectúa la fricción y la molienda de la madera, previamente esa superficie es humedecida con agua de rosas, aunque también puede efectuarse con alcanfor y azafrán. Ctesias, un viajero griego 400 años antes de Cristo, ya se refiere a un tipo de árbol cuyas esencias solo estaban disponibles para los reyes y sus familias, el cual fue regalado al monarca de los Persas, Artajerjes II. Los egipcios importaban su madera para efectuar sus enterramientos. La persistencia de su olor, hacía de su madera el material ideal para elaborar imágenes.
Dasharatha, el mítico rey de Ayodhya, fue conservado en aceite de sándalo, entre otros. Al morir, su cuerpo sería velado mientras permanecía sumergido en el interior de un droni, una bañera cargada con aceites aromáticos. Su cadáver fue incinerado con maderas de pino, sándalo y "cedro del Himalaya", también conocido como deodar, el árbol nacional de Pakistán. A la vista de que los cadáveres en La India son incinerados esta es una ceremonia harto habitual; los gadts de Benarés, de los que ya hemos hablado, son muestra de ello. La combustión, de esta manera, viene acompañada por una tormenta de aromas, y a veces por un ritual, digamos que; aborrecible, por no decir cruel. Nos explicamos, Duarte Barbosa un viajero portugués del XVI, refería en su viaje por el sur de La India, en el interior del Imperio de Vijayanagar y en la corte de rey Vira Narasimba, que era costumbre de los reyes vivir rodeados por numerosas mujeres. Varios cientos de ellas estaban obligadas a inmolarse a la muerte del monarca en su misma pira funeraria, acompañadas de otros sirvientes. A tal efecto, se utilizaban maderas aromáticas; sándalo, áloe, además de aceite de sésamo y mantequilla para acelerar la combustión. Esta ceremonia, denominada Sati, es el icono extremo de la fidelidad femenina en la historia de La India.
Algunos autores sostienen que la resistencia del Imperio de Vijayanagar al huracán musulmán permitió a La India conservar sus viejas tradiciones culturales y religiosas. Véase cualquier mapa del subcontinente Indostánico y se comprenderá las dimensiones del Imperio Mogol, encajonando a Vijayanagar en el sur. Los perfumes en esta zona no difieren del resto del subcontinente: azafrán, almizcle, áloe, alcanfor y el conocido sándalo, utilizado como vehículo para numerosas preparaciones. Alude también Barbosa a la unción de los animales, de tal forma que caballos y elefantes son cubiertos con pétalos de rosa, e incluso; los equinos, son rociados con variados perfumes. De suerte que el delicado olfato de los elefantes parece que les lleva a seleccionar en su dieta las flores más fragantes, es así que antes de devorarlas se embelesan con su aroma; la flor del naranjo está entre sus preferidas. Como bien sabemos La India es un país vegetariano desde tiempo inmemorial, por lo que no era frecuente el uso de aceites animales en la elaboración de perfumes. Aunque como hemos visto la mitología hindú sí que da cuenta de aromas animales, como el almizcle o la civeta, los jabones, por ejemplo, han eludido la utilización de sebo siendo sustituido este por aceites de coco o sésamo en detrimento de la calidad el producto. Su uso llegó incluso a considerarse impuro por ser esto mismo, un derivado de sustancias animales, y quedó restringido a castas como la de los lavanderos y tintoreros.
Si el rey Vira Narasimba disponía de una curiosa fuerza de varios miles de amazonas que acompañaban a su ejercito allá donde fuera, el rey de Calicut aprestaba para su servicio de no menos de mil mujeres que le precedían en sus paseos derramando una colación que, aunque aromática, no parece que pudiera gozar de las alabanzas olfativas de un occidental, toda vez que se trataba de estiércol de vaca mezclado con agua. Barbosa encontró al Rey de Calicut frotándose los brazos y las piernas con aceites olorosos.
Hoy el budismo se ha retirado de La India, pero Buda era hindú hijo de la casta de los guerreros. Dice la leyenda que cuando nació sabia andar, tal es así que dio siete pasos y con el fin de proteger sus delicados y aún frágiles pies, surgió del suelo una flor de loto con el propósito de cuidar los tiernos miembros de aquella criatura santa. Buda fue capaz de lanzar un madero a la corriente de un río y conseguir que este siguiera la trayectoria opuesta a la fuerza de la corriente. La delicadeza y espiritualidad de esta flor inspira los llamados "pies de loto", esa costumbre china de la etnia Han que consiste en vendar los pies de las mujeres para obtener una dolorosa deformidad y que pasa por limitar sus dimensiones, datada, al parecer, en el siglo X de nuestra era. El loto incluso está presente en las cúpulas de Taj Mahal, y es bien extraño, toda vez que es obra de un emperador mogol, Shah Jahan, ferviente musulmán, al que la mística del loto le dejaba un poco frío. Shah Jahan sólo sabía valorar su delicadísima esencia, tan estimada y compleja de obtener porque era escasa, y además porque, a decir de muchos; el aroma de loto es el primero de la Creación [2].
[1] Fundada en el siglo IV a.c por Majavirá, dos siglos después de que se estableciera el budismo, que data del siglo VI a.c
[2] El loto es casi una venganza de la naturaleza sobre aquellos que observan con cierto desdén eso que llaman los renglones torcidos del conocimiento emocional. No es competencia de esta entrada, pero las propiedades de esta planta han inspirado numerosos avances tecnológicos, presentes, entre otros, en la industria química, la del automóvil y la nanotecnología.
Editado 13/10/2019
Continuará...
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