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Imagen: Corte transversal de la Cloaca Máxima |
Cloacas, alcantarillas y letrinas en la Antigua Roma y en el Califato de Córdoba
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Sección de una calle en la antigua Roma . A Story of Roman Planning and Construction. Houghton Mifflien Company |
Todo lo cual, no hace menoscabo de la excelente ingeniería de aguas negras de las que disponía la ciudad y que se remonta a 800 años antes de Cristo. Iniciada por los tarquinos, primeros reyes etruscos de Roma, la Cloaca Máxima tiene una antigüedad de 2500 años. Su propósito inicial era el de drenar un pantano sobre el que la ciudad de Roma se había ido construyendo, pues Roma flota prácticamente sobre aguas subterráneas.
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Eliminación de residuos en la antigua Roma. Ambos eran habituales. Hemos tomado la imagen de http://www.waterhistory.org |
Aquí vaciaban sus orinales los ciudadanos de Roma, aunque eran los munícipes los encargados de vaciar las tinajas; recipientes colocados bajo las escaleras de las frágiles insulae (manzanas de casas) que oficiaban como letrinas. Estos depósitos debían de vaciaarse con alguna frecuencia, pero entretanto, y aunque rebosaran de excrecencias, allí seguían vertiéndose los restos. Los vecinos de los pisos bajos, agobiados por el repugnante olor, mantenían un permanente conflicto con los de los pisos altos. Por una u otra razón, porque estuvieran impedidos, por evitar conflictos, por no bajar varios tramos de escaleras, estos últimos acababan por lanzar desde las ventanas sus inmundicias a la calle. Este deporte, el de vaciar el orinal por la ventana, lo ha estado utilizando la humanidad durante varios siglos. Hay constancia de que en la ciudad de Ur, capital de Sumeria, y más o menos en la actual Irak, sus vecinos abrían las puertas de las viviendas y vaciaban así sus bacines. De ello hace unos 3500 años.
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En Roma se vivía en la calle, los insulae eran poco más o menos lugares en los que dormir, guardar pertenencias, refugiarse ante la lluvia o permanecer en caso de enfermedad. Por eso la ciudad dispuso de los primeros retretes de pago de la historia. Junto al teatro Marcelo, por ejemplo; un ciento de ellos. Una galería porticada, bajo la cual, se disponían decenas de losas a las que se les habían practicado un orificio. Una a continuación de otra y en las que se acomodaba el cliente, a veces acuclillado por la suciedad acumulada en la superficie. Por debajo de estas losas, utilizadas como asientos, una corriente de agua permanente se ocupaba de empujar los restos hasta la cloaca más próxima, seguramente el agua había sido previamente utilizada en los baños más próximos y se aprovechaba de esta manera. Un canal más pequeño transcurría paralelo al primero, sirviendo éste para limpiar las esponjas naturales que por lo visto utilizaban para limpiarse.
Los servicios públicos en Roma se denominaban foricae, eran administrados por un contratista: "conductores foricarum". Las letrinas eran unisex, diáfanas, la mayoría sin protección alguna ni siquiera para la lluvia, de forma que la ropa se utilizaba para ocultar el cuerpo. Y eso los más pudorosos, porque parece ser que el alivio intestinal en Roma no exigía la mas mínima intimidad, ni superior atención que la merecida por un grupo de ociosos disfrutando de un refresco en una de nuestra terrazas de verano. Marcial, una especie de cronista social oriundo de Hispania, contaba que los romanos aprovechaban su presencia en las letrinas para ejercer sus habilidades sociales y permanecían en ellas, a veces durante horas. Protegidos por la Diosa Carnea, señora de las entrañas, la buena digestión y el fortalecimiento del cuerpo, y cuya imagen era muy frecuente encontrar en estos establecimientos.
Fullonicas en sentido estricto eran las lavanderías donde se almacenaba la orina rancia, y debieron de existir por cientos en la ciudad. Su aroma contribuiría a esa marca indeleble de la hediondez que suele acompañar las grandes aglomeraciones humanas. Con razón sostenían muchos viajeros que el primer indicio de la proximidad de Roma lo percibían las narices y no los ojos. Cuando Nerón decía que odiaba aquella ciudad (coincidía en esto con Tiberio) probablemente se estuviera refiriendo a su marca odorífera, se perfumaba desde los pies hasta el último de sus cabellos. Y en los momentos en los que su convivencia con el pueblo se hacía inevitable solía cubrirse el rostro con un pañuelo aromatizado con agua de rosas.
El colapso del Imperio le llevó a Europa casi mil años de lenta y dramática recuperación. El alcantarillado no iba a ser menos, y por eso de que el mejor sistema de evacuación es el que no se ve, los hombres de la Edad Media no repararon en él hasta que las epidemias le pusieron en el brete de la mera supervivencia.
La higiene trasciende la práctica religiosa y se convierte en un hábito cotidiano. La limpieza no solo se limita al cuerpo sino que alcanza a todo aquello que nos rodea, que debe ser, en la medida de lo posible, limpio e higiénico. En la Córdoba califal, al menos todo el que disponía de una mediana posición tenía un retrete, cuyo uso, estamos seguros, no requería tanta minuciosidad como la referida en el punto anterior. Además la municipalidad le reglamentaba el empleo y distribución de las arquetas que compartía con sus vecinos. Los pozos negros, por cierto, eran limpiados por judíos y cristianos cautivos
Tres niveles de alcantarillado existían en la ciudad: las canalizaciones que salían de las casas, las cloacas en las calles, y aquellos conductos colectivos que acercaban sus desechos al río. Las alcantarillas disponían también de una suerte de tapas de registro, piezas de pizarra que facilitaban la apertura periódica de las canalizaciones con el fin de sanearlas. Aquí la Cloaca Máxima, recibía el nombre de cloaca madre y aquí vertían todas las demás. Varios colectores recogían el agua desde la parte alta de la ciudad y de allí descendían al río bajo las calles más importantes de la ciudad, recogiendo otras canalizaciones menores en su recorrido. Las alcantarillas se construían con sillares de piedra y se cubrían con losas de hasta dos metros. En una fecha tan relativamente reciente como el año 1919, se presentaban todavía restos del antiguo alcantarillado árabe de la ciudad, siendo el recorrido de estos colectores perfectamente aprovechable para su uso. Conviene recordar que hasta la misma palabra "alcantarilla" deriva del árabe.
[1] Una extensión a este episodio la encontraríamos, siglos después, en el suceso del callejón del codo, en Madrid, donde el insufrible, bronco y tabernario Francisco de Quevedo solía orinar todas las noches, a fin de aligerar el mucho vino del que venía cargado. Los vecinos, indignados, se ocuparon de fijar en los muros la advertencia de que «no se debía orinar donde había una cruz» a lo que este pendenciero personaje se ocupó de añadir la siguiente leyenda: «no se coloca una cruz donde se mea».
[4] Libro de Agricultura. Yahya ibn Muhammad Ibn al-'Awwam (XII-XIII)
Rev: 12 de junio 2022
Entradas(post) sobre La Historia del Alcantarillado, las cloacas, letrinas, water y toilets publicados hasta la fecha
- Historia de la Mierda. Alcantarillas y cloacas a través de la Historia. Higiene pública (Parte Primera)
- Alcantarillas y cloacas en Roma y en el Califato de Córdoba (Parte Segunda)
- Edad Media. Letrinas y alcantarillas. Un día cualquiera en las calles de la Edad Media (Parte Tercera)
- El primer día de la Peste Negra en el Continente. Olores e higiene en la Edad Media (Parte Cuarta)
- Letrinas, toilettes y orinales. La historia del wc y las alcantarillas (Parte Quinta)
- Las catacumbas de París. Morbilidad y pestilencia en el siglo XIX. La historia del wc y las alcantarillas (Parte Sexta)
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