Lo que hay dentro de un Libro. Vida secreta de los Libros.


Vida secreta de los Libros


Palabra y libro están íntimamente ligados y aunque últimamente abundan los libros con hojas en blanco no es lo corriente. Hay incluso grandes bibliófilos que estiman los libros por el olor, de hecho sostienen que es lo primero que hacen: olerlos,  y después, si acaso, los leen. Pues bien, a pocos les cabe la menor duda de que somos la memoria, el recuerdo que tenemos de nuestro paso por el mundo, el testimonio escrito,  por eso  los libros son el hito de esa evocación. Qin Shihuang (IV antes de Cristo), el llamado "primer emperador de China", recibe su nombre del empeño por falsear la historia, el recuerdo escrito de la sociedad. Quería hacer creer a la posteridad que, efectivamente, él, había sido el primero de todos los emperadores. La única manera de conseguirlo era borrando la memoria colectiva. Decidió por ello quemar todos los textos escritos que existieran, cualquier documento gráfico que pudiera delatar esta cruel impostura. En Persepolis también se perdió otra parte importante de la memoria de la humanidad, y en este caso no fue un paranoico ahíto de poder, sino un guerrero rodeado por la leyenda; Alejandro Magno. Puede que no alentador pero sí consentidor de las llamas que devoraron la biblioteca sagrada de los persas. Aquella que por proximidad geográfica podía haber dado testimonio de las culturas más antiguas del orbe: las mesopotámicas. Nos privó del rastro genético, por ejemplo, de La Biblia, embebida en su textualidad de todo el paisaje de esta pequeña esquina de Asia que es como el decorado del alma de Occidente, cuando no, el propio espíritu de nuestra cultura. Miles de tablillas convertidas en polvo, tablillas que guardaban los restos del testimonio que se había conseguido conservar de la muy benemérita biblioteca de Nínive; pisoteados tres mil años después por sus paradójicos salvadores que confundieron esos restos de barro cocido con meras vasijas. 
     Cuántas fintas dialécticas podemos hacer con esta imagen de un zapato pisoteando el pasado, borrándolo definitivamente. Como esas sandalias de los faraones en cuya superficie se había cincelado las imágenes de sus enemigos, con el fin de que quedara claro que el rey de Egipto los pisaba literalmente. Y aun así, El Nilo liberó el testimonio escrito, figurativo mas bien, de la frágil superficie de la arcilla escrita y de los angulosos signos de la escritura cuneiforme trazados con buril, y por ello, tan huérfanos de curvatura alguna. Tal y como le sucedía a la escritura rúnica que desapareció fagocitada por el latín, y también por las evidentes insuficiencias de la superficie sobre la que se escribía; madera de boj. El papiro se utilizó en Europa hasta el siglo X de nuestra era y quién si no La Iglesia, esa institución tan aferrada al pasado, tan celosa de los recuerdos, marcaría su definitivo finiquito. Hasta entonces los papiros recogieron hechos tan cotidianos como la referencia a la primera huelga obrera o la elaboración de perfumes, o el decurso del reinado de Ramsés. La crónica de su vida ocupó la nada despreciable longitud de 40 metros. La técnica consistía en humedecer las hojas del papiro y prensarlas una junto a la otra, la celulosa que contenía obraba el milagro de pergarlas por los siglos de los siglos. De forma que se desplegaban horizontalmente, como un rollo, con lo que su manejo era bastante complicado. Solo era útil una de sus caras, y los hubo hasta de 100 metros. El libro de los muertos constituyó un hito en la historia de la evidencia escrita en su momento, hasta entonces todos los libros eran ejemplares únicos, y de este, se hicieron varias copias con lo que establece un notorio precedente en la edición del libro.

Papiros. Los hubo hasta de 100 metros y solo se podía escribir por una cara. Lacasamundo.com
Papiros. Los hubo hasta de 100 metros y solo se podía escribir por una cara

     Hasta la llegada del papel, de la mano de los árabes, advertimos dos acontecimientos de largo recorrido: el pergamino y la biblioteca de Alejandría. El pergamino surgió con la intención de romper el monopolio de Egipto. El rey de Pérgamo,    Eumenes II         estimaba que su invento era mucho mejor que el papiro pues ofrecía una superficie que permitía la edición de textos, el borrado de caracteres, vamos. Se ocupó de crear una biblioteca que compitiera con la de Alejandría.  Marco Antonio, en su camino hacia Egipto para encontrarse con Cleopatra, expolió todos los libros para sustituir aquellos destruidos en el incendio de aquella. Cuatrocientos mil volúmenes o rollos perdidos en Alejandría y que pueden dar testimonio de la catástrofe, pero que transmiten  una magnitud errónea, porque cada volumen se correspondía mas o menos con un capítulo; así, la Republica de Platón, estaba constituida por 10 volúmenes. El incendio de la biblioteca de Alejandría acabó con unos 20.000 ejemplares, en cualquier caso, el testimonio de la antigüedad. La historia se debió de reescribir a partir de esta perdida. 
     Por estas fechas el libro empezaba a adquirir esa forma que nos es familiar y que tiene su origen en el tejido liberico que utilizaban los romanos, una mezcla de madera y tela  llamada liber. Usaban también sendas tablillas de madera e incluso de marfil cubiertas con una capa de yeso o cera. Eran utilizadas sobre todo para ejercicios escolares  San Isidoro de Sevilla (Etimologías VI) sostenía que la cera era como la nodriza de los niños, y que ya los griegos las utilizaban para escribir sirviéndose para ello de un punzón de hierro. Los romanos sustituyeron el punzón de hierro por uno de hueso, de tal forma que se escribía sobre su superficie y se colocaban una sobre otra utilizando para ello charnelas o bisagras. Si el propósito era evitar que se leyera su contenido se utilizaba un cordel que se hacía pasar por su centro lacrándose sus extremos. Recibían el nombre de "códex" y son el claro precedente del formato del libro que conocemos en la actualidad. En Roma también aparecen las primeras bibliotecas privadas producto las mas del saqueo de los fondos griegos. Con el fin de que los textos allí depositados tengan unas buenas condiciones de almacenamiento se establecen unas pautas técnicas,  cual son la orientación de las mismas hacia el sol naciente ya que  la humedad es el principal enemigo de códex y pergaminos. Los mejores estantes deben de ser de marfil o bien de madera de tuya como refiere Plinio el Viejo, y deben tener al menos un apartado de latín y otro de griego. Asinio Polión amigo de Horacio, fue uno de los primeros en establecer una biblioteca pública en Roma. 


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     La primera biblioteca de la que se tiene constancia fue la del rey Osimandias en el siglo XVIII antes de Cristo,  presentada en los jeroglíficos con el benefactor propósito de “recinto para los remedios del alma”. El libro tuvo un buen recorrido en Roma pese a la esquizofrenia violenta de alguno de sus emperadores, Calígula estuvo a punto de quemar todas las obras de Homero, Virgilio y Tito Livio. Augusto sancionó cualquier consulta de las obras de juventud de Julio Cesar. Y Diocleciano  se ocupó de  la literatura paleocristiana y ordenó quemarla. Pensaba que los libros de mis enemigos son, a su vez, mis enemigos. Amenhotep IV inició esta senda de la venganza, cuando se transformó en Akenatón quemó todos los libros de los sacerdotes de Amón y estos le pagaron con la misma moneda cuando murió. De forma que la historia, por unos o por otros, suele quedar huérfana de veracidad .
     La biblioteca mas antigua de Europa es La Vaticana, la creó en el siglo V  el papa San Hilario, pero sus fondos y significación eran irrelevantes en un tiempo en el que Orígenes un patriarca de la Iglesia nacido en Alejandría había conseguido de un mecenas los fondos suficientes para mantener a copistas, calígrafos y estenógrafos. Trabajando a tiempo completo y turnándose entre ellos fueron capaces de transcribir mas de 6000 textos. Orígenes tuvo que huir de Alejandría y se refugió en Cesárea donde creó una de las bibliotecas mas señeras de la antigüedad hasta que los árabes la destruyeron en el 640. Orígenes apenas es conocido por esta labor y es considerado como un varón algo trastornado toda vez que se castro a sí mismo.
     El primer papel fue un invento chino: mezclando trapos, corteza de árbol, fibras vegetales e hilo de cáñamo (una variedad del cáñamo es nuestro conocido cannabis). De tal forma que en el siglo IX ya había una fábrica de papel en China. Los árabes lo introdujeron en Europa gracias al espionaje industrial, haciendo prisioneros a dos operarios papeleros chinos y obligándoles a trabajar para ellos. La primera fabrica de papel instalada en España lo hizo en Valencia, en Játiva, el documento en papel mas antiguo de España esta escrito en 1237, "repartimiento de Valencia hecho por Jaime I". Nos atravemos a sugerir, como también se ha apuntado en otros medios, que debido a las dimensiones de la Bilioteca de Córdoba la presencia del papel en la Peninsula puede ser incluso más antiguo.
     La irrelevancia de las bibliotecas occidentales en la primera Edad Media queda de manifiesto ante la grandeza de la biblioteca de Córdoba.  Cuatrocientos mil volúmenes acumulados por la voluntad de un hombre que  tuvo un hijo y heredero casi frisando los cincuenta años y con una mujer de belleza mas que dudosa. Alhakén II se llamaba, y hasta la edad de 23 años había sido recluido por su padre, Abderramán III,  en un episodio confuso que a la postre solo parece pretender ocultar una probable homosexualidad. Su biblioteca llegó a alcanzar tal magnitud que El Emperador de Bizancio le obsequió con un texto escrito íntegramente con letras de oro “de materia médica”. La biblioteca, situada en una de las alas de la Mezquita, estaba pintada de verde porque este color favorecía la reflexión y la lectura. Averroes sostenía que las bibliotecas de todos los hombres sabios muertos en al-Andalus acababan en los anaqueles de Córdoba, donde 200 mujeres se ocupaban de copiar todos los textos que llegaban a su poder. Almanzor y el clero radical, se ocuparon a la muerte de Alhakam II de purgar todos los libros impíos, que a la postre eran los mejores: filosofía, botánica, astrología, medicina. Conservando solo los textos de naturaleza religiosa y siempre que el tenor de estos fuera afín. De esta manera desapareció la gran biblioteca de Occidente. No fue con todo la biblioteca más antigua de España, en Toledo, la capital del reino visigodo, existió en el siglo VII una que pertenecía a La Iglesia, y lo que aun es más excepcional otra más, privada y perteneciente al conde Lorenzo. Este conde fue una de las víctimas de Chindasvinto, uno de los reyes godos, que probablemente fue el responsable de la desaparición de la susodicha biblioteca [José Orlandis. La vida en España en tiempo de los godos]. La monarquía goda, y lo decimos algo fuera de contexto, pero lo decimos, fue la corte de origen germánico más rica y sofisticada de todo Occidente. El tesoro que los árabes se llevaron a Damasco -incluía la llamada Mesa de Salomón, desde entonces desaparecida- atestigua, en parte esto que decimos.
     En Centroeuropa El Emperador Carlomagno había fundado,  en el Monasterio de Saint Gall, una biblioteca con medios tan precarios que había autorizado también la caza de animales al abad, y ello con el fin de procurarse las pieles necesarias para la fabricación de pergaminos donde trascribir las obras. Por estas fechas había unas setenta bibliotecas públicas en Al-Andalus, y el mismo Carlomagno había por fin conseguido escribir algo con un poco de soltura. Era un alumno aventajado porque, Clodoveo, que fuera rey de los galos, solo sabía escribir su nombre. 
     En tiempos de Lutero, algunos siglos después, nada mas que uno de cada doscientos campesinos sabía escribir su nombre. Su falta de destreza con la pluma lo suplían, cuando era menester, con marcas que semejaban cruces; la primera por Dios Padre, la segunda por El Hijo y la tercera por El Espíritu Santo. Desconcierta un poco esta incapacidad, sobre todo si la comparamos con la cultura poética de esa casta temible, terrible y guerrera del samurái, contemporánea del ágrafo campesino europeo, y que no encuentra contradicción alguna entre la habilidad poética y la eficacia con la espada.  El samurái a veces redactaba su testamento vital en forma de verso momentos antes de practicarse el seppuku o harakiri
     Imaginamos al rey de Asiria, Sargón II     deambulando satisfecho por entre los innumerables anaqueles de su biblioteca. Miles de tablillas de barro sobre las cuales se habían depositado todos los conocimientos de la época. Una biblioteca que parecía mas bien una tienda de cacharros de barro,  por el tipo de material que se utilizaba queremos decir, pero que en cualquier caso daba idea de la abundancia del saber recogido durante su reinado, casi 1000 años antes de Cristo. En sentido estricto no se trataba de libros pero su propósito era el  mismo, digamos que eran la prehistoria del libro. Un objeto éste, el libro,  que parecía diseñado para acompañar el camino del hombre de forma indefinida, como algo incluso biológico, tan humano como un brazo, una pierna, un corazón. Rendidos ante la máxima del obispo de Durham clamando en el siglo XIV aquello de:  “que no haya fin en la multiplicación de los libros”.
      Si hiciéramos un lance en el discurso, advertiríamos ahora que aquellas estanterías tan inflactadas de abundantes textos que recordamos de nuestra juventud, tantos a veces que, había que apilarlos para que pudieran mostrar al menos una parte pequeña de su canto, empiezan a mostrar la fría y desalentadora presencia de espacios vacíos, páramos de polvo. Nada mas terrible que una librería sin libros…..Mentimos, hay algo mas devastador, que sea solo un síntoma de la enfermedad; que el libro en papel no interese ya porque paradójicamente, entre otras cosas, suele acumular polvo...
Carta China. La escritura China es la única escritura no alfabética todavía en uso en nuestros días. Una curiosa teoría hace derivar el lenguaje chino de la escapulomancia, es decir, del estudio de los huesos de los animales realizados por antiguos adivinos chinos.

     Ni siquiera esta historia  que de forma incompleta hemos recorrido parece garantizar su presencia entre nosotros. Acaso ignoramos que dentro de un libro  hay algo más que  palabras. Puede haber una flor, esto parece casi obvio, un billete usado de autobús, la factura de uno grandes almacenes o un preservativo, esto ya no  es tan obvio. Queremos decir que un libro no es solo un almacén de palabras (a  veces muy malas palabras) puede contener la vida entera del lector. Este es sin duda el ideal de cualquier libro, que el lector lo estime tanto que deposite en el la extrema confianza como para hacerle participe de su vida,  de esa colección de hechos cotidianos que alfombran la experiencia vital de una persona. Esas cosas irrelevantes que son el autentico tuétano del diario de cada persona.
      El libro permite esa intimidad extrema, y no es fácil. Su lenguaje es para todos, pero a cada uno le sugiere algo distinto. Por lo tanto sus páginas acaban por ser santuarios en los que mantenemos una serena convivencia con nuestros pensamientos y en un escenario que la propia lectura es capaz de diseñar, porque nadie es capaz de leer sin generar un paisaje apropiado a aquella lectura. Hasta el más frio de todos los textos legales es capaz de detonar un torbellino de ideas, una tormenta de imágenes. Pensamos incluso que el Presidente de Bolivia, Evo Morales, que en un alarde sinceridad se ha manifestado poco amigo de la lectura, encontrará en estos textos legales lo que en el resto del discurso escrito no ha hallado. 
      Pero esto no es todo ¿Quién no se ha quedado embelesado con la prosa de un autor, con el ritmo de unos versos o la profundidad rotunda de un pensador? ¿Quién no ha envidiado ese don, hasta el punto de interferir en el mismo plano del discurso ajeno para hacerlo propio? Sabemos de un lector compulsivo……de Kant nada menos, gozaba como pocos de esas cabriolas del intelecto puro y disfrutaba vivamente del laberinto mental del filósofo alemán, tan difícil, tan hobbit de la razón. Se atrevía este lector con sus anotaciones al margen, a enmendar la colosal empresa de la Critica de la Razón Pura, pero no lo hacía por soberbia sino por pura pasión. La intensidad de su letra, lo apresurado de sus trazos así lo hacen suponer. O el jubilado que descubrió la literatura con un dolor de muelas que le mantenía recluido en su casa, y al que únicamente encontró alivio tras sumergirse en esa colosal recreación de almas que Mijail Solojov elaboró en el Don apacible. Fue destacando aquellos capítulos que más le habían impresionado y se encontró a la postre con toda la obra subrayada. A veces estas anotaciones manuscritas revalorizan incluso el valor del libro; este no es el caso, pero un texto insufrible (y es una opinión muy personal) como el de Harry Potter  gana en subasta valor por las anotaciones personales de JK Rowling en sus primeras hojas (que tampoco sabemos muy bien quien es) (*).
     No somos de los que creemos que es mejor quemar un libro antes que tirarlo para evitar que ese idilio quede mancillado por miradas indiscretas, preferimos de alguna manera recrearnos en esa complicidad mantenida entre un texto y un lector. Aun así nadie debería tirar un libro, porque quizás estuviéramos desprendiéndonos de la memoria de quien lo uso, de esa parte de su vida irrepetible que guarda para sí mismo y de la que a nadie  hace participe. Hemos recuperado uno de estos textos desdeñados en vaya usted a saber qué proceso exhaustivo de limpieza, se trata de Antonio Machado, sus "Poesías completas" en una edición de Espasa-Calpe. Fue regalado en Reyes en el año 1969 a Beatriz **** Vega y lo vivió como se suelen vivir los libros: con innumerables notas, misteriosos subrayados y un billete de suburbano del año 1970 a modo de separador. Sabemos que tuvo once hijos y que murió en el mes de Febrero de 1988, casi veinte años después de aquel libro obsequiado.

(*) Se entiende que es la propia autora de Harry Potter