Vida de las hormigas ( I )

Vida de las Hormigas (I)



Vida de las hormigas


    Pongamos que se llama Sonia y que está un poco nerviosa, más de lo habitual. Hoy  es un gran día, su familia trabaja en el campo y ha decidido trasladarse de domicilio. Es una familia numerosa por lo que la mudanza se hace un poco complicada; a pesar de que se pueden considerar temporeros y el nomadismo forma parte de su tipo de vida, un traslado es siempre complicado. Nadie sabe la cantidad de trastos que se pueden acumular en cajones y armarios, todos se deben de empaquetar correctamente sin extraviar ninguno. Y eso que viajan ligeros de muebles, solo llevan los imprescindibles. Su situación no permite acaparar vitrinas, sofás, camas, sillas y mesas. Menos mal, porque preparar a los pequeños para la marcha y disponer correctamente el ganado para que no se pierda ninguno es una tarea complicada. No caben en cualquier sitio, y ya hace algunas jornadas que varios de sus hermanos se han desplazado con el fin de encontrar el lugar mas adecuado: su nuevo hogar. Lo limpian, hacen la distribución de habitaciones, acopian comida, e incluso,  saben qué camino deben tomar para llegar cuanto antes a él. Les queda una última cosa, preparar el viaje de su Reina. Son 20 millones de hermanos, y Sonia es una hormiga.

    A las hormigas no les gusta el frío por eso los Polos y la Antártida son los únicos lugares del planeta donde no existen. Esta es una selva tropical, y no os engañéis, Sonia es un hormiga legionaria. Como Atila allá donde instalan su hormiguero no vuelve a crecer la hierba. Asolan un territorio hasta que acaban con todo lo que se puede comer. Cuando lo agotan se trasladan otros cuatrocientos metros, en un viaje que algunas veces les lleva dos días,  y allí, tras localizar un emplazamiento adecuado, instalan su nido. Como son nómadas no se esmeran mucho en su distribución ni acondicionamiento, excepción hecha de la cámara real; el recinto donde permanecerá la Reina. Son tan numerosas que ni siquiera necesitan horadar la tierra para construir complejísimos hormigueros, ni rampas para acceder de un nivel a otro. Su acampada tiene todos los visos de ser provisional, ya tendrán tiempo de mejorarlo, caso de que el terreno que hayan escogido sea productivo. Un tronco hueco de árbol les sirve, un agujero bajo una roca, nada de palacetes ni florituras. Plinio, un historiador romano del siglo I d.c. pensaba incluso que podían sacar oro de la tierra. San Clemente de Alejandría era más restrictivo, creía que solo las hormigas de la India podían sacar este metal del subsuelo. Y Antonio de Monserrate, un jesuita español  al servicio de Felipe II en el siglo XVI, decía que los elefantes, con ser tan poderosos, tienen dos enemigos marcados por la Providencia con el fin de templar la soberbia que les puede dar su tamaño: estos son los ratones y las hormigas. Sólo por esa razón, decía, los elefantes duermen con su trompa metida en la boca. Sea como fuere, las hormigas se conforman con un campamento militar espartano, una base con unas dotaciones mínimas para aventurarse en el terreno próximo, depredar todo lo que sea posible y en el menor tiempo posible. 

     Y es que este ansia por acumular todo cuanto necesitan, y todo cuanto puedan necesitar, merece juicios de valor distintos. Es decir, unos las ven como autenticas multinacionales de la explotación inmisericorde de recursos, y otros estiman su laboriosidad, hasta el extremo de hacerlas criaturas particularmente estimadas por Dios. El Padre Isla [1703-1781] decía que Dios se ocupaba "......de albergar y proteger a las hormigas". Unos años antes; Feijoo [1676-1764], también había reparado en ellas, alabando la humildad natural de las hormigas de la Republica. Sea como fuere, y sin implicación teológica alguna, las cifras apabullan un poco. Tal es así que uno de cada cien insectos en la Naturaleza es una hormiga, lo que a juicio de E.O.Wilson y Bert Hoelldobler, americano y alemán respectivamente, autores de "viaje a las hormigas" ofrece la descomunal población de 10.000 trillones de hormigas vivas en el Planeta.

    Los hermanitos de esta Sonia no han tenido ocasión de permanecer mucho tiempo en cualquier lugar, veinte o treinta días a lo sumo. Deberían de ir ligeros de equipaje, pero van bastante cargaditas (insistó: "cargaditas", porque esta es una sociedad femenina quitando algún que otro macho estrafalario). De un día para otro trasladaran todos los útiles que pueden precisar 20 millones de individuos. ¿Cuáles son estos útiles?, pues paredes, escaleras, puentes, sillas, mesas, industria química y mecánica, servicios de mantenimiento y limpieza, etc….. ¡Pero si hay países con bastantes menos habitantes¡ Imaginad que un día les dicen a los holandeses que tienen que abandonar su tierra en dos días, y que en ese tiempo tienen que desmontar todo, absolutamente todo. ¿Serían capaces? Bueno, pues las hormigas legionarias, también conocidas por la "marabunta", lo hacen. Y lo hacen una vez por mes ¿Cómo lo consiguen? Pues fácilmente: ellas mismas hacen escaleras vivientes con sus cuerpos, paredes vivientes, habitaciones vivientes, puentes vivientes. Hasta cuando hay inundaciones forman en torno a su reina una pelota de hormigas para evitar que la reina se ahogue. En situaciones como esta, hay especies que achican el agua de sus pequeños hormigueros llevándola en la boca y expulsándola al exterior (¡prácticamente gota a gota!). Otras son capaces de taponar la entrada del hormiguero con las considerables cabezas de sus hormigas soldado. Pero las legionarias no saben otro método, perecerán infinidad de ellas, pero consiguen salvar el futuro del hormiguero que representa ese individuo bastante más grande que el resto, que come por delante y suelta huevos sin cesar por detrás. Hasta dos millones de huevos por mes.

Hormiga bala. Su picadura causa un dolor extremo
Hormiga bala. Su picadura causa un dolor extremo

    Qué importa que perezcan centenares de miles en una inundación. Este hormiguero llegara un momento que tenga tanta cantidad de individuos que amenace colapso, porque el voraz apetito de las larvas es incapaz de ser satisfecho por los millones de obreras y soldados que pasan el día completo cazando todo aquello que se mueve a su alrededor. La solución pasa porque esa reina empiece a producir otra cosa mas que huevos de obrera estéril: huevos de futuras reinas y machos reproductores, de las cuales, una y solo una, se llevará la mitad del hormiguero con ella. Una buena forma de aliviar la presión demográfica. Entretanto la reina seguirá poniendo huevos, si se reduce el aporte de alimentos, reduce el ritmo de puesta; si se incrementa se acelera. La fuerza de su sistema radica en el número, en la cantidad. Son tan fuertes porque son millones, porque el tipo de presas a las que acceden teóricamente son todas, desde una mariquita a un cangrejo o una cría de pájaro y creedme o no, hasta  los mismos elefantes; a los que algunas especies de hormigas hacen huir picoteando sus trompas cuando estos osan acercarse a determinado tipo de árboles de los cuales ellas obtienen el néctar.   
  
    El principio de toda esta historia la hemos visto sobre todo al final del verano en muchas de nuestras calles: hormigas aladas; unas machos y otras hembras. Muchas han copulado en el aire, o sea que cuando caen al suelo están, por así decirlo: "preñadas". Su mayor afán no es acudir al tocólogo para que supervise aquel embarazo millonario, sino encontrar cualquier irregularidad del terreno para depositar sus huevos. Mueren el 99,99 por ciento,  una cifra abrumadora, pero ese 0,001 por ciento tiene éxito. Como lo tuvo la reina de la que hablamos. Hoy, en cada uno de sus desplazamientos por la selva africana, está protegida por no menos de un cuarto de millón de obreras; atraviesa toda una autopista diseña por sus hijas y protegida por unos monstruos que tienen una cabeza descomunal en comparación con su cuerpo: son sus soldados. Han retirado de este camino hasta la más pequeña piedrecita que pudiera incomodar su marcha, han tendido puentes -incluso puentes colgantes- utilizando sus cuerpos. Han nivelado el terreno por el sencillo procedimiento de llenar de hormigas los agujeros más profundos. El régimen alimenticio que ha mantenido la reina durante la semana anterior a su partida la ha hecho más ligera, por eso puede hacer todo el trayecto sin poner ni una sola de sus patas en el suelo. Que tiene calor:  la refrescan. Si tiene frío, la abrigan. Y eso que en comparación con sus obreras es un coloso: 5 cm de hormiga. Y como ha interrumpido para la ocasión la puesta de huevos, la aseguran un nuevo macho que no tardara en llegar cuando ya este acomodada en su cámara real. Una cámara real formada enteramente por hormigas vivas, entrelazadas estas para formar una pared que la mantenga lo más cómoda posible. Si dicen que hasta duerme y todo en ese confortable refugio, sueños cortos, pero que sumados, son varias horas al día. Nada que ver con su infinita prole que solo se aletarga, pero no duerme nunca. Con  razón esa reina vive hasta más de 15 años mientras que sus obreras y soldados no llegan a los seis. ¿Habéis visto protestar a las hormigas por esta injusticia de la naturaleza? No, aquí no hay rebeldes, ni refractarios, ni perezosos, no existe oposición de ningún tipo. Todos ponen la misma cara de felicidad en la foto. Ninguna se para cuando hay que andar, y ninguna se escabulle cuando la cuestión es formar parte de uno de esos puentes vivientes de hormigas con los que, el hormiguero, suele sortear los pequeños cursos de agua.

    Habría que buscar en otra especie de hormigas -no todas son tan disciplinadas- para encontrar conflictos, esas que se llaman bulldog y que son de Australia. Unos auténticos tanques de agresividad, de ahí su nombre. Se pelean entre ellas a la más mínima, y como son tan belicosas, la naturaleza parece que no quiere hacerlas abundantes porque sus hormigueros están formados solo por unos cuantos miles de individuos. La boca de su hormiguero está vigilada por un par de soldados que deben ser así como  los friquis  del grupo, vista su natural querencia al fanfarroneo y la jactancia. Las otras se entretienen en disputas contra sus semejantes o buscando comida en solitario. Tienen una vista de lince, y como atacan todo lo que ven, se pasan prácticamente todas las horas de luz sometidas a un estrés de agresividad que, con toda seguridad, las mata antes de tiempo, cuando no las mata la supuesta presa. Pero no tienen miedo alguno, utilizan las pinzas de su cabeza para pegar unos picotazos dolorosos, atacan a todo. Incluido el hombre. 


Revisado: 13/03/2022

La vida de las Hormigas consta de dos entradas




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