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Alejandro Magno. Muy aficionado al perfume |
El olfato es un poderoso sentido que permite, en ausencia de otros, realizar un completo mapa del medio. No en balde algunos animales obtienen de el una información tan completa del mundo que les rodea que su utilidad extrema atenúa la virtualidad del resto de los sentidos. Las hormigas, por ejemplo, dirimen con su uso la pertenencia o no al mismo hormiguero; si el olor no es familiar pelean hasta la muerte. Este extremo gregarismo de estos bichitos garantiza la supervivencia del resto de las especies: son tan abundantes que hubieran dominado el planeta solo por su número. Los insectos, en general, han hecho del olfato su sentido básico de identificación. Las serpientes refuerzan sus fosas nasales con la extrema sensibilidad de su lengua. Y los peces, pese a lo que puede parecer, también lo tienen: el salmón según se cree lo utiliza para orientarse hacía su lugar de nacimiento. Los gusanos de seda son capaces de identificar aromas sexuales de sus parejas en una proporción increíblemente pequeña. Son el ser vivo con mayor capacidad olfativa, muy superior a la de nuestros buenos amigos, los perros, que aún así, tienen 200 millones de receptores olfativos mientras que nosotros nos conformamos con sólo unos 10 millones, en consonancia con el tamaño de nuestra nariz, claro. Un perro, por ejemplo, es capaz de detectar la huella dejada por un sujeto bastantes días después de que éste haya dejado un rastro.
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Alambique para la obtención de perfume. XIX. El procedimiento utilizado: al baño-maria |
Todo lo que desprende partículas, moléculas para ser mas preciso, puede producir olor. El oro y el cristal, hasta donde nosotros sabemos, no huelen. Tampoco huele el oxigeno, el hidrógeno, el metano, el propano y el nitrógeno. La forma de las moléculas es la que determina el olor, pero incluso dos moléculas de idéntica forma pueden producir olores diferentes, lo que sugiere que hay otro determinante que incide en el olor, y que algunos científicos identifican con la vibración de esas moléculas. Curiosamente el asesino de "el perfume" de Patrick Süskind, carecía de olor corporal, pero esto es ya ficción, visto lo referido. Para que el olor se transmita debe existir un medio que lo permita; el aire o el agua ¿Huele el espacio exterior? Pues al parecer sí. Los astronautas refieren una impregnación odorífera en sus trajes, parecida remotamente a una mezcla de barbacoa y soldadura. Es el eco olfativo de un Universo con colosales procesos de combustión: estrellas que nacen y mueren constantemente.
El olor es un proceso químico que se inicia en las células olfativas y acaba como impulso eléctrico en su destino final; el córtex frontal. El olfato tiene, por decirlo de alguna manera, un canal directo con el cerebro. Podemos rastrear el progreso de la especie humana a través de los olores; es mas, no hay historia de la humanidad sin olor. Ese decorado de acontecimientos que nos ha precedido en el tiempo quedaría huérfano de un aspecto vital si no consideráramos el olfato. No nos damos cuenta porque vivimos permanentemente en una burbuja olfativa, una atmósfera de olores, pero aquellas personas que sufren la perdida del sentido del olfato, lo que se llama anosmia, refieren un vacío intenso, una perdida estimulativa que han llegado a comparar con la ceguera. Quizás, pensando en esta parte del decorado de la Historia que se ha ignorado, en la ciudad de Herculano, vecina a Pompeya, se ha abierto un museo en el cual se recrea virtualmente la civilización romana, pero en este caso con una peculiaridad importante, en este museo se ha incluido también el olor como un elemento más. Más próximo geográficamente, encontramos en el Museo del Ejercito, en la ciudad de Toledo, la recreación del despacho del coronel Moscardó tal y como quedó tras el asedio del Alcazar de la ciudad durante la Guerra Civil Española. Impresiona el destrozo de una guerra, pero es el olor de aquella sala el que permite una evocación más intensa de aquel drama civil. El olor, en este caso, ofrece un testimonio al menos tan vivo, como el que nos permite la vista. Si fuera posible empaquetar el olor de aquella contienda, con el fin de que las generaciones futuras tuvieran una experiencia sensitiva más amplia, este recinto lo ofrece: es el olor de la Guerra Civil Española.
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Museo Archeologico virtuale Ercolano. Un Museo en el que además, se huele. |
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Pietro della Vechia: "Los cinco sentidos; el olfato" |
Pero el olor nos hace incluso transparentes. Nos explicamos. Quién no ha oído hablar del olor del miedo o del amor, pulsiones que sí son percibidas por los otros sentidos pero que también dejan una huella intensa en el olfato. Fijaos bien, el olor tiene hasta un componente ideológico, se nos ocurre pensar en los aromas patrióticos de la Revolución Francesa, como el llamado jabon constitucional o la pomada Samson, esta última por alusiones al verdugo de la ciudad de París que se encargó de decapitar a Luis XVI, y que curiosamente se convirtió en un devoto monarquico por la vía de la compasión. A estos daban la replica los partidarios del Antiguo Régimen, desdeñando la Revolución con el uso en la pechera del agua de la reina o con olorosas pastillas de almizcle que acabaron por darles incluso el nombre a alguno de ellos pues llegaron a ser conocidos como muscadin (almizcle en frances se traduce por musc).
El olor empezó a asociarse negativamente a grupos sociales. Hitler decía que los judios olian y que ese era el distintivo de su moho moral. Los blancos se quejaban del olor de los negros, y los negros del olor de los blancos. Los primeros brotes xenófobos en el Japón del siglo XVI respecto a los europeos, vinieron determinados por el extraño olor de los misioneros blancos. Malcom X un lider afroamericano también pensaba que los blancos olian diferente. Y a los esquimales el olor de los blancos les parece desagradable, siendo esta impresión reciproca. Los niños huelen de una manera y los viejos de otra, parece que en este sentido el olor acompaña al tiempo pues el uno huele a nuevo y el otro a caduco. Huelen las casas, los pueblos y las ciudades, los países y los Continentes, de tal manera que la sensación íntima del viaje no empieza hasta que nuestras narices no empiezan a trabajar aromas que nos son extraños. Huele, o supuestamente debe hacerlo, "La piedra filosofal", esa quimérica sustancia capaz de transmutar todos los metales víles en oro. Al menos así lo sugiere un texto pseudoalquímico (El Libro de Morieno) mentado por Reinhard Federmann ("La alquímia"). Y también huele El Infierno, y mucho. Decimos esto porque San Arsenio, uno de esos santones un poco majaretas de los primeros siglos del cristianismo, tenía la celda donde vivía cubierta de excrementos e inmundicias, cuyo olor le empujaba a perseverar en su retiro ante la insufrible fetidez del Averno
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- El Perfume en Judea. Los olores de la Pasión de Cristo. Mesopotamia. Historia del Perfume (IV)
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