Los Verdugos: Las Sagas Familiares ( Cuatro y último )

Supuesta imagen de C. E. Sanson

Carlos Enrique Sanson, el verdugo de la Revolución Francesa, fue una autentica institución en Paris, un hombre al que su propio hijo le recuerda invariablemente vestido de negro.  Estudio en Leiden (Holanda), con la intención de hacerse fisico. Marcado por un considerable desprecio hacia el oficio de la familia, que ya le había obligado a abandonar sus primeros estudios al darse cuenta el padre de un compañero de colegio de la profesión de su progenitor. La enfermedad de su padre, precisamente, le obligó a aceptar el puesto de verdugo con el fin de poder mantener a su familia. Su tio, Nicolas Sanson, verdugo en Reims, había abandonado también el puesto, después del atroz suplicio de Damiens del que no vamos a dar detalles por su truculencia. Tuvo dos hijos, el primero de ellos, destinado a sucederle, se mató al caer desde un andamio por lo que el oficio recayó en su hijo mayor: Henri Sanson. Es éste, el que en presencia de su padre, (Carlos Enrique Sanson) se encargará de ejecutar a Maria Antonieta. A éste le sucedió el último de los Sanson: Henry Sanson Clemente autor de un libro titulado "siete generaciones de verdugos" en el que recoge, con algo de tensión literaria y benevolencia, dicho sea de paso, la historia de su familia.
C.H. Sanson presentando al pueblo la cabeza de Luis XVI
C.H. Sanson presentando al pueblo la cabeza de Luis XVI

      Puede parecer que el verdugo ejercía su oficio en absoluta soledad, lo que no es cierto. Se trataba mas bien de un capataz al mando de una cuadrilla de auxiliares que eran los que, efectivamente, asumian todo el trabajo físico. Desde los carpinteros que instalaban el cadalso, a los ayudantes (posteriormente recibieron el nombre de “fotografos”) que amarraban al condenado a una tabla y fijaban la cabeza del condenado a un cepo. Con el fin de  que el reo ofreciera la mayor superficie para que la cuchilla efectuara su trabajo, eran también los encargados de tirar de los cabellos del condenado. A aquellos que los tenian, claro,  porque en el caso de ser calvos jalaban de sus orejas. Incluimos también a los limpiadores ya que, vista la generosidad con la que se empleo la guillotina en el periodo revolucionario, muchas plazas públicas en Francia se conviertieron en literales baños de sangre a los que acudian los perros para alimentarse.
      La ejecuciones se convirtieron en espectáculos de masas en las que se vendían incluso los mejores lugares. La Revolución francesa, como suele ser habitual en este tipo de procesos, acabó por devorar a sus propios hijos: Robespierre, Saint-Just, Danton fueron huespedes del artefacto en algún momento. Se calcula que entre veinte o cuarenta mil personas fueron victimas del fervor revolucionario.
      Ante Carlos Enrique Sanson y sus auxiliares desfilaron entre 2000 y 3000 personas, entre ellos lo mas granado del antiguo regimen, el propio rey Luis XVI, la reina Maria Antonieta (que fue ajusticiada por su hijo, pero en su presencia), el duque de Berry. Pero también meros ladrones, pícaros o embaucadores, así de severa era la justicia.
Ejecución de Maria Antonieta
Ejecución de Maria Antonieta

      La Revolución, a través de la Asamblea Nacional, se había encargado de decretar la igualdad de penas para todas las clases sociales. El Antiguo Regimen reservaba a la nobleza una muerte dulce, honrosa y también rápida, generalmente ocasionada por la espada en forma de decapitación. La Revolución limitó la penas a la persona del condenado, es decir estas no podían alcanzar a la honorabilidad de la familia, ni menoscabar derecho alguno por el mismo motivo. También se había ocupado de prestigiar la función del verdugo que, como hemos visto a traves de las anteriores entradas, no gozaba de popularidad alguna en su vida cotidiana, por eso le cambió el nombre pasando a considerarle como una especie de vengador del pueblo
Evolución de la Guillotina

      Carlos Enrique Sanson , de hacer caso a sus cronistas, (lo que nos obliga a ser prudentes, toda vez que eran sus propios herederos)  llevaría una existencia en el mismo vórtice de la historia. Conoció al rey Luis XVI, cuatro o cinco años antes de cortarle la cabeza, y ello con el fin de solicartarle una ayuda financiera para su maltrecha economia. Fatalidad también la de propio rey que, dos años antes de que fuera ajusticiado, fue el responsable de ultimar el diseño de un aparatito del que se decía proporcionaba una muerte rápida e indolora: la guillotina. Tendría la posibilidad de probar la eficacia del invento, que a decir del propio Sanson, no se debia al Dr. Guillotin, sino a su compañero de veladas musicales. En efecto, Sanson era además muy aficionado  al violín, y junto a un tal Tobias Schimdt solia pasar muchas jornadas interprentando musica de un compositor llamado Gluck. En una de esas veladas Schimdt presentó a Sanson su idea de un artefacto que facilitara la ejecución de los condenados con absoluta eficacia.  Sanson le confió los detalles de esta conversación a Louis Guillotin y a este le pareció una buena idea, con las consecuencias de todos conocidas. Si bien es verdad que al principio el artefacto se conoció popularmente con el nombre de Luisita, aunque si rastreamos en la historia ya encontramos precedentes en Escocia, en Italia y hasta en la Persia antigua. En Francia se practicó con cadáveres hasta probar su eficacia, y la primera persona ejecutada fue un tal Pelletier, acusado de robo con violencia.
La guillotina dispuesta en Remiremont, en 1899
La guillotina dispuesta en Remiremont, en 1899


Ejecucion de Pierre-Elysée Vaillat. 1897
Ejecucion de Pierre-Elysée Vaillat. 1897
Los tres últimos verdugos españoles
Los tres últimos verdugos españoles: Antonio López, Vicente Copete y Bernardo Sánchez
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Ejecución en 1897 de Michelle Angiolillo por el asesinato de Canovas del Castillo. Es quizás el primer testimonio gráfico de una ejecución en España
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Cámara de la Muerte en Tokio. La marca naranja en el suelo es un trampilla. Existen siete centros de ejecución en Japón. El instrumento: la horca.



Los Verdugos. El trabajo sucio de La Ley consta de cuatro entradas