El ser humano se relaciona con el medio a través de los sentidos. Construimos el mundo, y nos construimos nosotros mismos, gracias a esta relación. Con ser este un hecho suficientemente contrastado, la literatura que se ocupa de abordar desde las llamadas Ciencias Sociales tal dependencia es más bien escasa. El olfato, tenido como sentido de segundo nivel, es un claro candidato a esta vindicación. Aunque la especie humana puede prescindir de él, la olfacción nos proporciona experiencias capaces de determinar nuestro comportamiento, permitiéndonos sentir el «olor de las cosas» gracias a un complejísimo y maravilloso proceso. El perfume sería un aspecto de la olfacción, pero posee ciertas particularidades; podemos decir que expresa sus virtudes mientras se agota, de alguna manera vive mientras perece y se evapora. Otra de las muchas paradojas en las que se instala el perfume es la que refiere a su ausencia en el medio. El perfume no existe en la Naturaleza, ya que es siempre el producto de una intervención humana. Los avatares de este encuentro histórico del hombre con esa parte amable del olor forman el esqueleto de este ensayo. Espero que sea de su agrado.
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Veneno y envenenadores en La Historia