Patología y locura en el arte. Los malditos (III)



La absenta es un liquido de muy alto contenido alcohólico: hasta el 74 por ciento. Su ingesta constituía todo un ceremonial en los cafés decimonónicos: un vasito especial, una cucharadita especial, agua, azúcar, servilleta y mantel y un cenicero. En fin toda esa gama de objetos de la que gustan rodearse los bohemios para sus ensayos autodestructivos. La absenta fue muy utilizada durante el siglo XIX. Fue usada como estimulante y fuente de inspiración por infinidad de artistas y escritores, llegó incluso a ser la bebida nacional francesa. Puede decirse que muchas obras de arte se gestaron bajo sus vapores aunque sus efectos fueron devastadores para un sin fin de creadores. Producía alucinaciones, de hecho, se la conocía por el sobrenombre de “hada verde”, daños neurológicos y por fin; la locura. Todo lo cual llevó a la prohibición  de esta bebida en buena parte de Europa. Como foto hemos elegido la desnudez de Suzanne Valandon. Pintora y musa del Paris del siglo XIX y XX. Madre de otro pintor: Utrillo. Hablaremos de ambos.

     La absenta formaba parte de ese coctel mortal, junto al opio y el plomo de las pinturas (en el caso de los pintores), que era incapaz de saciar el alma intranquila y hedonista de bohemios, trasnochadores y calaveras  del siglo XIX y principios del XX. Una población que llegó a pensar que podía alcanzar el cielo con las manos. No en balde se les llamaba malditos.


La absenta. Degas
     Lo que sí es cierto es que a muchos de ellos les tocó abrazar mas bien el infierno. Empecemos por el ya manido Van Gogh, un gran consumidor de este liquido, que además se comía a puñados la pintura que utilizaba, lo que solo agravaba su demencia. En el colmo de su enajenación, cuando su cabeza bullía como una locomotora, decidió amputarse él mismo la oreja. Estaba completamente beodo de ajenjo, intoxicado hasta la medula de aquel liquido adulterado, incluso con cloruros y zinc. Seguramente hubiera sido de cualquier manera un artista extraordinario, pero el que conocemos terminó sus días con el cerebro carcomido por la tuyona, una sustancia presente en la absenta y que también machacó a Víctor Hugo y al imponderable Hemingway.

Rue de Chevalier. Maurice Utrillo

     Peor si cabe es lo de Maurice Utrillo(París, 25 de diciembre de 1883 - París, 5 de noviembre de 1955) Es una autentica canallada lo que le hicieron a este hombre. Veamos. Hijo de Suzanne Valandon, una polifacética mujer que lo mismo pintaba, que se dedicaba a hacer cabriolas en el circo u oficiaba de modelo para Renoir, Degas o Toulouse-Lautrec. Una musa que decía desconocer al padre de Maurice, y a quien su amante de turno: Miguel Utrillo (un español afincado en Paris por esta época, y autor, años más tarde, del “pueblo español” para la exposición internacional de Barcelona) reconoció poniéndole su apellido (al parecer era también su padre natural). A la vista de su intensa vida bohemia a la que Suzanne no está dispuesta a renunciar por una maternidad, probablemente indeseada,  lo entrega para su cuidado a su propia madre; una vieja alcoholizada a la que no se le ocurre mejor método para calmar las llantinas del niño que acompañar con alcohol las tomas de biberón. El niño se cría placido, la tranquilidad que da el sueño de los beodos, de tal forma que a la postre, no puede vivir sin su dosis de alcohol. No ha cumplido diez años y ya tiene problemas con la policía. A los trece o catorce parece que sufre su primer “delirio”, su madre terminará por descubrir que aquellos ataques infantiles no eran debidos a una naturaleza débil y quebradiza, como ella suponía, sino que eran el resultado de un cuerpo alcoholizado. Decidida a enmendar su irresponsable dejación intenta canalizar a su hijo hacia la pintura, lo consigue a medias. Con 27 años Maurice sigue viviendo junto a su madre y el amante de turno, pero está definitivamente condenado a una vida de alcohólico. Cae y se levanta, un día sereno otro beodo. Dormitando en las calles de Paris junto a su inseparable caballete, allá donde la borrachera consigue noquearle. Entra al psiquiátrico y al cabo de un par de meses vuelve a salir Al cabo del tiempo vuelta a empezar; las compañías en nada le ayudan. Forma el grupo de los malditos junto a Modigliani (del que también hablaremos más adelante) y otros.

Utrillo y Lucie Valore, su mujer

     Se ha ido creando una reputación de alcohólico incurable y callejero, a veces, cambia uno de sus cuadros por una botella. El alcohol le impide asistir al funeral de su madre, ella, que había sido la única capaz de mantener al pintor con un punto de dignidad, que había compensado su descuido inicial con una dedicación intensa como madre y como artista también. Aún así es afortunado, se casa pasada la cincuentena con una pintora menor, de nombre Lucie Valore, una de esas damas que se crece ante la adversidad y que entre borrachera y borrachera lo va sacando adelante. Se ha dicho que de su gusto a pintar en la calle poseemos hoy una cartografía humana de la ciudad de Paris de entreguerras, y que ninguno de sus cuadros los completó sobrio pero que al menos los terminó. Murió en 1955, a juzgar por como se bebió la vida, sus  70 años parecen un autentico prodigio de vitalidad.

Toulouse- Lautrec


     Decíamos que la madre de Utrillo, Suzanne Valeon posó entre otros para Toulouse Lautrec (Lo confesamos: sentimos una particular debilidad por este tipo). Un hombre que pudiendo tener de todo empezó por carecer de lo que suele ser mas importante; un cuerpo sano del que hacer gala. Los testimonios más inmediatos de quienes le conocieron se refieren a él como a un hombrecito de  pequeñas y cuadradas manos. Hubiera podido llevar una vida muelle, cómoda y burguesa desde esa atalaya de seguridad que proporciona un sano patrimonio familiar. La consaguinidad de sus padres, eran primos hermanos, no lo quiso así. Tuvo un hermano que falleció al poco tiempo, a él le toco heredar lo que hoy llamamos un desorden genético: picnodisostosis, se llama. Al parecer se caracteriza por un desarrollo anormal de los huesos y un freno precoz al crecimiento; sólo alcanzó 1,50 de estatura y eso con una notable desproporción entre el tamaño de sus piernas y el resto del cuerpo. Pasó la infancia y la primera juventud convaleciendo de sendas fracturas en ambas piernas, tiempo que aprovecharía para iniciarse en los pinceles

Lautrec es el creador de la cartelería moderna


     Un día se presentó en Paris provisto de su inseparable bastón, al que utilizaría para los mas variados menesteres, y al poco se convertiría en el pequeño duende de Montmartre. Un barrio canalla, un buen lugar en el que remansar a todos los desarraigados del planeta, a los desclasados como él: pequeños accidentes de la naturaleza en nuestra clase, como llego a definir su nacimiento un familiar muy próximo....



Una curiosa y explícita foto de Lautrec en 1898 a la que sobran comentarios