Los Parsis. Una religión con derecho de admisión
Cuando llegaron a la India su bien más preciado era aquel fuego encendido dentro de un brasero. Una generación tras otra, hasta perderse en la oscuridad de los tiempos, había cuidado de aquella llama con el fin de que jamás se apagara. Por ríos, mares, desiertos y selvas había peregrinado la llama sagrada, siempre protegida las 24 horas del día por un mínimo de dos personas. Nadie osaba acercarse a ella si no llevaba la boca cubierta por una tela que servía para impedir que el aliento contaminara su naturaleza pura. Nadie osaba acercarse si antes no había lavado concienzudamente sus manos, sus brazos, su cuerpo todo, con agua y orín de vaca. Nadie osaba acercarse, sobre todo, si no era limpio de corazón. Lo primero que hicieron cuando las autoridades de Gujerat, en la India, les permitieron instalarse en aquella nueva tierra fue buscar acomodo a su Atash Behrams o llama sagrada, lo encontraron en el pueblo de Udwada.
Puede decirse que esta llama es un testigo del Neolítico pues nunca se ha apagado. Es un fuego sagrado y tiene un origen mítico. Nos refiere una historia que nos es tremendamente familiar. Hace milenios, dice la historia, un astrólogo Babilonio predijo el nacimiento de un niño que llegaría a ser Rey. El monarca reinante, temeroso de este vaticinio, ordenó que todas las mujeres embarazadas fueran pasadas a cuchillo, cosa que así se hizo. Pero una de ellas escapó milagrosamente, ya que su preñez pasó desapercibida para los soldados, dando a luz un niño. Al cabo de un tiempo supo el rey que aquella criatura estaba viva y quiso darle muerte con su propia mano, pero su brazo quedó paralizado. Ordenó entonces que el niño fuera lanzado a una hoguera, más las llamas quedaron convertidas en un lecho de flores y el niño quedó dormido sobre ellas. Dos veces más intento matar al niño el rey, pero un mosquito penetró en su cabeza y murió tras gran sufrimiento (Voyage en Perse. Tavernier). Ese niño se llamaba Zaratustra (Zoroastro) y algunos testigos del milagro de la hoguera conservaron aquel fuego, con el fin de dar cuenta de ese prodigio. Ellos son los Parsis o Ghebers, y la llama es un símbolo de su Dios, Ahura-Mazda. Son pocos, discretos, bien avenidos y muy, pero que muy poderosos en la India actual. Vamos a hablar de ellos. La imagen es de la batalla de Trafalgar de Angel Cortellini (Cádiz 1819- Madrid 1887) ¿Qué tiene que ver con los parsis? Bueno, seguid leyendo.
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El fuego sagrado de los Parsis |
En efecto, y hace de esto casi 1300 años, unos 180 iranios abandonaron su tierra, en Persia, ante la desbordante e incontenible presión de los árabes y de su fe musulmana, para buscar refugio en la lejana India. Llevaban con ellos una religión cuyos orígenes se perdían en el límite de la edad de las cavernas y el mundo contemporáneo. Una religión que fue bajando por las estepas del Asia Central y se fijó en la antigua Persia, donde un místico: Zaratustra, acabó por darle forma. Se la conoce por Zoroastrismo (Zoroastro es el nombre griego de Zaratustra).
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Cuando se desplazaron hacia el Indostán eran muy pocos, pero llegaban a un subcontinente muy poblado y fueron aceptados, probablemente porque su mayor interés era el de pasar absolutamente desapercibidos. Tal es así que, interesado el rey local sobre el propósito de sus intenciones, manifestaron estos que deseaban ser como el azúcar disuelta en agua; poco menos que invisibles. Recibieron el nombre de Parsis, originarios de la provincia de Pars, en Persia. Sus miembros no son invisibles, por supuesto, pero sí que han aprendido el arte de la discreción, una virtud que permite a los grupos minoritarios, pero eficaces y homogéneos, vivir muy bien sin causar por ello recelos sociales -envidia en pocas palabras-.
Numéricamente los parsis son muy escasos, se estiman en unos 100.000 ó 150.000 en todo el mundo, de los cuales, unos 70.000 u 80.000 residen en la India y en la ciudad de Mumbai particularmente. Si bien su número es muy reducido, sus fuertes lazos y solidaridad grupal los hacen poderosos, muy poderosos e influyentes.
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Tipos Parsis XVIII |
Para empezar uno no se hace parsi, nace parsi. No existe proselitismo de ningún tipo, ni interés en abordarlo. La entrada a sus templos está prohibida y los matrimonios se establecen dentro del reducido círculo de fieles; quien se casa con personas ajenas a la comunidad socio religiosa pierde su condición de parsi. La endogamia está generando los primeros problemas serios dentro de la comunidad parsi. Su escaso número de hijos y la tardanza en tenerlos, determina un flujo descendente en su número y amenaza incluso su supervivencia como tal grupo. Ello ha ocasionado que en los últimos años un pequeño sector reformista pidiera mayor tolerancia respecto a la admisión dentro de la comunidad, a través del matrimonio con sujetos no parsis. Sin embargo, y a pesar de estas crecientes amenazas, al parecer la mayoría de los parsis sostiene que sus tradiciones han sido mantenidas a lo largo de los siglos gracias al blindaje social con el que se han definido. Este costumbrismo les ha permitido conservar formas culturales que tienen cientos de años de antigüedad. Incluso, mantienen en la Mumbai actual una forma de enterramiento que puede considerarse única en el mundo y que es herencia de un remoto pasado: las torres del silencio de las cuales hablaremos mas adelante.
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