Vida de una mujer: Lola Montez ( IV y último)

Vida de una mujer: Lola Montez
Lola Montez hecha una furia

El rey Luis I de Baviera la construyó un palacio en Karolinenplatz, en Munich, con una guardia a pie y a caballo en la misma puerta. Una residencia con raso en las paredes, cuadros, tapices, muebles estilo Luis XV, cerámica, cristal de bohemia, espejos, armarios, floreros. Una quincena de sirvientes a los que trataba con cierto despotismo gracias a su genio bravo y variable. Algunas caricaturas de la época la pintaban junto a un perro bulldog del que se hacia acompañar, mas por esnobismo que por otra cosa, pero al que el creciente desdén popular por sus jactanciosos modales, hacían pasar más bien por animal agresivo. Lola, según estos, no dudaba en azuzar al animal para agredir a aquellos que no la trataban con suficiente consideración.
     La caricatura de Lola y el látigo que esgrime en su mano con agresividad, es una alegoría sobre una cortesana maleducada que no se resigna a aceptar su papel, y pretende convertirse en consorte por los poderes de la alcoba. Los bávaros admiran la profesionalidad de Teresa de Sajonia, la digna y sufriente esposa de Luis que durante tantos años había aguantado sus constantes infidelidades sin abdicar por ello un ápice de su tarea. La comparaban y no había color, la majestad y suavidad de los modales de su Reina frente a ese torbellino de desafueros, "esa caza maridos". Cuando Lola acudía al teatro Odeón todos los asientos próximos que se hallaban ocupados por mujeres quedaban vacíos y rápidamente eran ocupados por su colección de pretendientes.  
Caricatura de Lola Montez: la apoteosis de Lola
Caricatura de Lola Montez. Serie "la Apoteosis de Lola"
    
     Ya lo dijimos, tenía enajenado a la mitad del género humano. Todas las vidas son complejas, pero el paso de algunas personas por este mundo parece que viene marcado por una señal, una frase en este caso;  Lola Montez, podemos aventurar, sería perseguida por la aureola de: la mujer a la que odiaban las mujeres. La echaron del acuartelamiento de la India, de España, de Inglaterra, de Paris, y ahora, lo intentaban en Baviera. 
     Luis, su febril y rejuvenecido enamorado, no se daba cuenta. Incluso, años después de haber roto con ella, la seguía escribiendo cartas que firmaba en español como : "tu fiel Luis". Y eso que su jefe de policía le había advertido de la creciente animadversión de los bávaros por la bailarina, a la que ya llamaban “reina sin corona”. El rey prefirió destituir a su ministro de policía antes que hacerle caso. Empezaron a aparecer pasquines con contenido soez. Un ministro del rey se atrevió a pronunciar la palabra que circulaba en los mentideros del pabellón de la oreja: !ramera¡. Esto es lo que dijo. Parece que vocalizar una palabra que ya estaba en la cabeza de todos abrió la veda para cazar a Lola. Lanzaban piedras y fruta podrida al paso de su carruaje. Su acceso a determinados comercios, sino prohibido, como es natural, se censuraba con miradas de desprecio o directamente, dándole la espalda. Hasta la prensa, que siempre la había tratado en otras partes con paternalista admiración, pedía su expulsión del reino. 
Lola abandona Europa. Caricatura de la época

     Había que ser muy atolondrado para no darse cuenta de todo esto y Lola empezó a considerar que acaso su vida estuviera en peligro. Que su encanto natural no era suficiente y que, aquel rebaño de jovencitos casi adolescentes que la idolatraban y la perseguían, admirados por sus formas allá donde fuera, esta vez no la podían ayudar con el entusiasmo de sus hormonas
     Habría que haberse salido de la historia para darse cuenta de que la marea revolucionaria que se extendía por Europa la había elegido a ella, insignificante cortesana, como uno de los símbolos de la opresión de un sistema finisecular y caduco. Que la despreciaban tanto no porque fuera particularmente odiosa, sino por su inoportuna presencia. Estaba donde no debía. Y no se la esperaba en el centro de las revoluciones que sacudieron a Europa de las ultimas monarquías que habían firmado la Santa Alianza tras la derrota de Napoleón. Luis I, y otros monarcas, eran especies extrañas y anacrónicas en una Europa decididamente revolucionaria. 
Lola como la mosca española
Caricatura 1848. Lola como "la mosca española"

     El día que una manifestación de estudiantes se arremolinó frente a su palacete para llamarla "puta" y apedrear la fachada de ese lindo hogar que le había proporcionado el rey, marcó, por decirlo de alguna manera, su exilio de un reino que nunca había sido suyo. Luis I no tardaría en seguirla, en otra dirección, claro. Fue obligado a abdicar y abandonó Baviera camino del exilio francés.
     Tras una insatisfactoria estancia en Suiza, en donde conoció a un hombre la mitad de viejo que Luis pero el doble de tonto, según manifestaría en sus memorias -en las que por cierto, señaló una clara antipatía por los varones suizos a los que llegaría a considerar más fríos que sus propios carámbanos de hielo- Lola regresó a Inglaterra. 
Lola y su Spider dance
Lola y su Spider dance

     Acostumbrada al lujo, pero con un horizonte de precariedad en ciernes, como he leído por algún sitio, se casó con otro militar; George Trafford Heald, que casualmente había heredado una pequeña fortuna. Acusada de bigamia -aquel primer matrimonio suyo no hacía mas que darle disgustos- abandonó el continente y se dirigió a la joven América.
     Instalada en San Francisco se volvería a casar con un periodista local para trasladarse poco después a Grass Valley, un pueblecito de 1600 habitantes de los que 1400 eran hombres. No es extraño que en este pequeño reino de hombres se sintiera capaz de alternar su espectáculo de taberna con la insensata idea de convertir a California en un estado independiente al que llamaría “Lolaland”. Sucedía esto en 1854, y probablemente el alto consumo de alcohol la hiciera decir alguna que otro majadería. Sea como fuere, la que fue su residencia en este pueblo se conserva como museo en la actualidad. 
Lola Montez en San Francisco
Lola en San Francisco

     En sus dos o tres años de estancia en esta parte del Continente se casó en tres o cuatro ocasiones, contando al periodista. Una de ellas con un barón alemán, en un matrimonio, según cuentan, copiosamente consumado. El hombre apareció un buen día muerto, se dice que por haberse disparado un tiro en la cabeza.
     En 1855 se traslada a Australia(*), la frontera más lejana, recorriendo pueblecitos mineros donde su fama la precedia. Una condesa que enseña las piernas y más allá, no es un espectáculo que se viera todos los días. Y si esto venía acompañado de los subrepticios movimientos con que probablemente acompañaba su “danza spider”,(**) su ultima primicia sobre el escenario, garantizaba recaudaciones de espanto para los mortalmente aburridos días de asueto en estas lejanas tierras. En Sidney y Melbourne trabajó directamente en garitos dedicados a la prostitución, haciendo pasar su danza de la araña como un canto a la naturaleza de los campesinos españoles desde tiempos inmemoriales (sic).
     Desde 1858 hasta 1861, año en el que muere en Nueva York, se dedicó a escribir sus memorias. Su obra no está traducida al castellano. Es una pena, porque una vida como la suya debió de dar tanto de si que, a pesar de su naturaleza embaucadora y camelosa, debe tener un poso de autenticidad. Fue llamada la “preciosa andaluza”. Luis I la siguió recordando hasta su muerte y una niña la confundió con un hada. Esta era Lola.
     Las reseñas y obituarios a su muerte fueron frecuentes en la prensa. Enmascarados muchos de ellos en sesudos análisis sociológicos y estéticos, pero que demostraban en el fondo que, la estela, el poder de seducción de esta mujer, estaba mas allá de la razón y llevo a muchos hombres a rendirse a sus encantos, a pesar de que este abrazo les ocasionara mas de un disgusto. Esta ha sido la vida de una mujer: Lola Montez.


(*) Un curioso repaso a la vida de Lola Montez desde el Estado de Victoria, en Australia.
(**) La presencia de una supuesta araña entre sus ropas, daba pie a que se fuera desprendiendo de ellas sobre el escenario.


Vida de una Mujer: Lola Montez consta de las siguientes entradas:



Biblio: 

  • Lola Montez: A Life. Bruce Seymour.
  • Anecdotes of love. Lola Montez.
  • Lola Montez: The California adventures of Europe's notorius courtesan. James F. Varley
  • The magnificent Montez . Horace Wyndhan. Existe una versión para descargar en www.gutenberg.org.
  • Lola Montez: Her life and Conquests. James Morton
  • Propios.