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Agua o Papel. En la Intimidad del retrete o la toilette. Japón el paraiso de los wc
Creado por
tomas ponce leon
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jueves, 25 de junio de 2015
| Categoría:
Objetos y Artilugios
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Puede que no nos demos cuenta, pero en el universo de los wc la humanidad se divide entre los usuarios del papel y los del agua. En ese reducto, la mayor parte de las veces minúsculo, se dirime una intimidad absoluta, la del ser humano consigo mismo y en particular con todas aquellas partes de su cuerpo que por lo general suelen mantenerse a cubierto, bien por obvias agresiones del medio bien por impulsos culturales. Y es bien extraña que esta soledad no haya dado más amplia literatura a la vista del silencio y recogimiento con el que solemos presenciar nuestros impulsos mas mecánicos. Hablamos incluso de ese apartado mas hermético aún que es la taza del excusado, el sanctasanctórum de los aseos. Solo es un asiento e incluso ni siquiera eso, a veces es un lugar en el espacio en el que una agujerito practicado en el suelo apunta el lugar sobre el que debemos acuclillarnos, lo que es una buena prueba para nuestro orgullo de especie, toda vez que la satisfacción de las necesidades mas básicas obligan a mantener esta posición un tanto humillante. Quizá fuera por eso por lo que la siempre viva imaginación occidental nos permitió liberarnos de semejante oprobio permitiéndonos aliviarnos en posición sedente.
La taza del water tiene una historia larguísima pero no nos vamos a perder en el tiempo y nos quedaremos en los servicios prestados por John Harington a la reina de Inglaterra; Isabel I, ofreciéndole una suerte de trono que la permitiera limpiar sus intestinos sin perder el equilibrio, pero eso sí, haciendo abstracción del hecho mortificante de que aquel asiento se disponía directamente sobre un pozo negro cuyas apestosas caricias pronto disuadieron a la pelirroja Isabel de utilizarlo con frecuencia. El hecho de sentarse para evacuar puede que gratificara nuestra estima pero a nuestro colon en nada le beneficiaba, parece que la naturaleza se obceca en ofender nuestras buenas maneras y nos dice que la posición mas natural para nuestras tripas es la de las piernas flexionadas lo que claro exige una cierta puesta a punto física. En estas sociedades en declive físico se hace difícil entender como nuestros ancianitos podían mantener esta forzada postura durante un solo minuto. Por eso se invento el asiento del water para que cómodamente pudiéramos arrellanar sobre él nuestras posaderas. Este gesto que realizamos mas de trescientas veces por año puede que nos pase desapercibido a fuerza de ser frecuente, pero muy sabios hombres sí que se han parado a considerar el microcosmos que se teje en torno a él. ¿Cómo evitar la frialdad de su superficie en invierno? La altura del artefacto sobre el suelo, su anchura también; la fuerza de la descarga; la cantidad de agua descargada; el color. ¿Esquinas o curvas? Y qué decir del inútil gasto de papel, es decir aquel dedicado únicamente a amortiguar la caída de los cantos biológicos sobre el agua evitando así que esta nos salpique ¿Cuánto papel usamos o agua desperdiciamos para eliminar los restos? ¿Cómo dejamos inmaculada la superficie de la loza para que el siguiente usuario no piense que allí se ha sentado antes un monstruoso fabricante de desperdicios? Y todo esto sin obviar el eterno conflicto de la diversidad sexual que pasa por considerar que las mujeres no se limpian en la misma dirección que lo hacen los hombres. No son preguntas sucias ni nocivas, forman parte de la arquitectura tecnológica de las fabricas de sanitarios que estudian estos pormenores, conservados de natural en la carpeta de los asuntos reservados o de incomoda socialización. El bidé, por ejemplo, un primo hermano del water, tanto que se suele disponer al lado o enfrentado, es un chisme en franco retroceso; incluso en Francia donde se reinventó. Hay gente que no sabe ni para qué sirve, incluso algún turista americano piensa que en la Vieja Europa hemos pensado hasta en la higiene exclusiva de los pies, pues considera, y no sin cierta lógica, que una taza tan bajita solo puede tener ese menester. Y estas ideas no las expone cualquier gañán sino que fueron expresadas por una maestra allá por los años 30 de visita turística en la ciudad del Sena. Una mujer India ilustrada de visita en Londres refería su extrañeza primero sobre los cuartos de baño ingleses provistos de moqueta. No se podía creer que un sitio donde las salpicaduras son frecuentes estuviera alfombrado ¿Cómo era posible que aquellas gentes se hubieran señoreado durante siglos de su país disponiendo de semejantes cuartos de baño? ¿Para qué era aquel rollito de papel colgado de la pared, para secarse las manos, limpiarse las narices, retirarse las cremas de la cara? ¿Dónde estaba el vaso higiénico o al menos la palancana? ¿Con qué iba a limpiarse? ¿No pretenderían que utilizara ese rollo de papel? Qué repugnante. No sabemos en qué concluiría el discurso antropocultural de la mujer India pero poco se imaginaba que en Occidente nos limpiamos el culo con papel, lo que en muchas partes del mundo es inimaginable sobre todo porque sugiere una falta de cuidado personal una mugrienta costumbre que solo puede practicar gente desaseada.
Quién lo iba a decir, enfrentar esta paradójica cuestión en una sociedad tan esmerada, tan cuidadosa en las formas pero incapaz de limpiarse el culo correctamente. No es solo un tema especulativo; un médico inglés se ocupó de analizar la ropa interior de varios cientos de ciudadanos británicos y se maravillo de la abundante flora fecal presente en ella, describiéndola en una gradación de colores que iba desde un sutil teñido pardo amarillento hasta la rotunda huella residual [1]. Esto era el resultado de una deficiente higiene, el papel no sirve para higienizar el culo.
La mujer de Mahoma ya se había dado cuenta de que el mejor medio para mantener limpias estas partes era el agua, Aisha que así se llamaba, dice que jamás el Profeta tras «exonerar el vientre» había dejado de lavarse con agua. Los japoneses tardaron en aceptar este axioma varios siglos; resignados a limpiarse la parte baja de su espalda con piedras, palitos y papel hasta después de la II Guerra Mundial, decidieron recuperar los siglos de aislamiento con una acelerada integración en la modernidad. Hoy el país nipón presume de poseer «los sanitarios» mas avanzados del planeta, y nada económicos por cierto ya que alguno de ellos cuesta cerca de 6.000 euros. La visita a un wc japonés por algún occidental guarda en cambio sorpresas desagradables acostumbrados a un mobiliario mas bien escueto en los servicios públicos; una taza donde sentarse y con suerte un rollo de papel. Un ciudadano europeo se pude encontrar con un mueble publicitario del tamaño de un armario provisto de numerosos botones y luces, instrucciones en japonés y acaso en inglés que los mismo dispensa compresas o preservativos, toman la tensión facilita bantoncitos para limpiarse los oídos y además puede proporcionar unas suaves melodías. Este formidable despliegue abruma y confunde, sobre todo porque la mente humana suele tener cierta propensión a la obsesión ante los reclamos de sus necesidades mas perentorias, y esta es una de ellas. Además no hay tiempo para rectificar porque seguramente el llegar hasta allí habrá costado sudores de sangre, y eso que al menos el retrete es fácilmente identificable, su aire familiar ofrece cierta confianza ante ese furor tecnológico, lo que ya resulta algo más inquietante es la temperatura de la tabla cuando te sientas: está caliente. Una de dos, o el recinto acaba de ser utilizado o el plástico japonés posee una temperatura que, en reposo, es superior a la normal. Qué mas da. Ya no hay remedio.......Silencio, si hay suerte claro, algunos cuerpos son extremadamente indiscretos.
Pero la cosa no termina aquí ¿Dónde está el papel? ¡No hay papel! Entras entonces en un episodio de angustia. ¿Con qué me limpio? Pánico. Te incorporas, quizás la posición erguida te ayude a encontrar mejor el portarollos. Pero no lo hay. Sudores fríos Te acuerdas del primer astronauta ¿Cómo se llamaba? Shepard. Se tuvo que mear encima porque no habían previsto una contingencia de este tipo. Menos mal que el vuelo solo duró unas horas....Y de pronto observas que algo se mueve en el interior del retrete ¡Dios mio un ratón! .......................Falsa alarma. No se parece en nada. Te puede la curiosidad y aproximas tu cara por encima de la taza, es una pequeña cánula. Inofensiva. Ya inofensiva. Te suelta un chorro de agua templada y te deja el cuerpo empapado pero con el culo sucio. Que paradoja, la única zona de tu cuerpo que se debía de haber mojado. Ahí tienes tu rollo de papel; y es que en el país de los acuofilos no se utiliza papel para estos menesteres. Si hasta la propia Madonna, decía en uno de sus viajes a Tokio -no sabemos con qué grado de sinceridad- que había echado de menos los asientos calientes de los inodoros japoneses.
Los japoneses que eran una sociedad papirocultural han abandonado rápidamente esta esclavitud que hacía de sus traseros unos portadores crónicos de bacterias y aromas desagradables. Dos grandes empresas dedicadas a la fabricación de los más sofisticados aparatos sanitarios son las responsables de esta mudanza; TOTO e INAX. Capaces de desarrollar hasta un retrete polifónico que genera sonidos neutros como los de una descarga de agua, y ello para enmascarar las ventosidades o el peculiar e indiscreto discurso de algunos cuerpos consigo mismos. Gastan millones de yenes en encontrar el ángulo adecuado para que sus boquillas limpien eficazmente tanto la parte trasera como la delantera del ecuador de tu cuerpo sin que medie reflujo alguno de agua que pueda contaminar el mecanismo. Disponen de un sistema que hace bajar o subir la tapadera gracias a un mecanismo llamado muy adecuadamente "el salva matrimonios" lo que es fácilmente comprensible para cualquier pareja sin que medie explicación alguna más. Vende millones de retretes tecnológicos en el país pero tienen dificultades para entender el mercado en otras latitudes, por ejemplo a TOTO se le ocurrió una campaña publicitaria en los EEUU que incluía fotos de pompis ignorando la difícil convivencia del ciudadano medio americano con la imagen desnuda de su propio cuerpo. Por esto recibiría numerosas denuncias, entre ellas la de una iglesia protestante a la que habían colocado el cartel publicitario prácticamente en la puerta de entrada al templo
[1] La mayor necesidad. R. George. Ed. Turner

Autor : Casa Mundo por Tm.
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