HISTORIA DEL PERFUME Y EL OLOR
Acondicionar olfativamente nuestro entorno, incluidos nosotros mismos, es una constante a lo largo de la historia de la humanidad. La vivencia del olor ha sido y es conflictiva, porque muchas de las sensaciones
odoríferas son perturbadoras. No en balde, la naturaleza tiende hacia la
fetidez como un estado ideal. En realidad, toda la materia orgánica está sujeta en un momento u otro de su descomposición a una excreta olorosa
desagradable. Somos, además, una especie gregaria que se ve abocada a
reexperimentar, una y otra vez, sensaciones odorantes incómodas, pertenecientes a nuestra comunidad más inmediata: emanaciones corporales,
materia fecal, aguas estancadas, purines animales, actividad artesana e
industrial, etc. Decididamente la historia de la humanidad puede, en parte,
ser leída en clave olorosa, teniendo en cuenta que una categoría especial
del olor es la del perfume. Ambos: olor y perfume, obedecen a directrices
de naturaleza biológica, están montados sobre una plataforma fisiológica,
pero la experiencia que nos proporcionan es distinta y complementaria,
puede decirse que el perfume es una gentileza del olor.
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