La concentración de los recursos mas que su escasez, el Ártico es un espacio de feroz abundancia, exige un constante peregrinaje en busca de los mismos. Ello puede que haya marcado la escueta gama de bienes materiales de los que disponen, los mínimos indispensables para poder ser fácilmente transportables sobre un trineo jalado por una decena de perros. Frente a las modestas posesiones materiales los esquimales visten abrigos y ropas valorados en varios miles de euros. La parte mas delicada del cuerpo, pues está en permanente contacto con el hielo, son los pies, usan botas de piel de foca provistas de dos suelas, entre ambas una capa de hierba seca que se cambia todos los días, utilizan también unos calcetines de piel de liebre. Las botas de los hombres llegan hasta la rodilla y están rematadas por sendas colas de zorro. Completa el atavío inferior unos pantalones de piel de oso, tiene la precaución de disponer la parte del pelo de la piel hacia fuera lo que la hace ideal para conservar el calor del cuerpo. Las botas de la mujer tienen una caña mas larga y pueden incluso llegar hasta la ingle, se rematan en su borde con las melenas de los osos machos. Ambos utilizan camisetas a las que han incorporado suaves plumas en contacto con la piel. Estas son las únicas prendas ajustadas, las plumas permiten un control térmico adecuado y garantizan la suficiente ventilación con lo que se evita que la transpiración, el sudor, quede fijado en la ropa lo que a la vista de las extremas temperaturas sufridas acabaría por congelar las prendas, inhabilitándolas para su uso. Los abrigos de piel de zorro completan el equipamiento de cualquier inuit. En el verano ártico se suavizan las temperaturas hasta el punto de que sólo (sic) son habituales las nevadas. El abrigo de piel de zorro es sustituido por otro más ligero de piel de foca; en ambos casos los abrigos van provistos de capucha. En veranos extraordinariamente benignos se puede prescindir incluso de esta prenda de abrigo conservándose solamente la camiseta de plumas.
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Construyendo un iglú |
Bien es verdad que la información que manejamos refiere a un periodo del siglo XX, pero los esquimales han mantenido con el agua una relación estrecha y paradójica, viven en un continente de agua helada pero en el que el agua liquida es un elemento extraño e incomodo tanto en sus refugios de caza, conocidos como iglús como en las mas estables de piedra y turba situadas por lo general en la zona de costa. El agua es inestable y acabara por regresar a su estado natural que en estas latitudes es siempre sólida, los copos de nieve adheridos a los pelos de sus abrigos de zorro, por ejemplo, constituyen un molesto inconveniente en el interior de las viviendas pues el calor de las mismas los derrite y puede convertir el suelo en un incomodo pantanal, por eso un gesto de respeto hacia el anfitrión pasa por desprenderse de la nieve antes de entrar en un hogar inuit. Esa relación fibrosa con el medio que mantiene el esquimal exige sobre todo, y por mera supervivencia, que ninguna de las prendas que utilice esté húmeda, por eso en el hogar inuit es habitual secar todos los días tanto las botas como los calcetines y disponer hierba seca en el interior del calzado; para que los calcetines puedan recuperar su elasticidad las mujeres inuit suelen masticarlos.
Otro aspecto extraordinariamente importante en el universo esquimal pasa por la elaboración y costura de las prendas de vestir, lo que en cualquier otra cultura podría merecer solo una sanción estética por el mal hacer en su confección o una fatalidad, un desgarro en la piel del abrigo de un esquimal puede implicar graves inconvenientes e incluso un severo compromiso vital. La responsable de la intrincada y sólida costura de las piezas de piel es la mujer inuit que provista de una aguja e hilo, en este caso, tendones de narval, es capaz de elaborar sin especiales medidas las prendas más prácticas, cómodas y abrigadas. Aguja e hilo son objetos de los que ningún esquimal suele prescindir en sus partidas de caza.
El iglú es una estructura icónica de la sociedad Inuit, pero no es su residencia habitual, puede considerar como un refugio de urgencia ante la llegada de temporales o como base en los frecuentes desplazamientos que realizan. Un hombre habilidoso, pues es un trabajo muy claramente definido en géneros, tardará una hora en construir un iglú mediante una superposición de bloques de hielo cortados en cuña, Un iglú se construye desde su interior, apilando concéntricamente una pila de bloques de hielo tras otra. Habitualmente el último nivel estará formado por cinco bloques, y aunque pueda parecer extraño no se cierra del todo, queda un pequeño respiradero que tiene una importante función pues impedirá que el calor en el interior del iglú funda el hielo; así pues este refugio en su interior deberá conservar una temperatura máxima que no exceda de los 0 grados, aun así es un espacio confortable ante la violencia de los temporales árticos. Una vez concluida la alzada del iglú se procederá a practicar la entrada en forma de túnel, esta disposición permite crear una cámara entre las paredes del iglú y el exterior, también se utiliza para colocar allí todas las pertenencias. Mientras que el hombre apila las piezas de hielo, su mujer y los hijos, suelen apelmazar la nieve entre los espacios que dejan los bloques lo que termina de aislar completamente la superficie del iglú. Sus inseparables perros se refugiaran a resguardo del viento pugnando entre ellos por ocupar el lugar central de la manada y utilizando sus colas como abrigo, de esta manera y aun cubiertos de nieve pueden sobrevivir durante varios días.
Probablemente un esquimal no pueda vivir sin sus perros, y ello pese a ciertas particularidades de los canes. Estos perros, junto a los cerdos y los cuervos, son especies capaces de alimentarse de todo aquello que se pueda tragar, entre estos al parecer suculentos productos se encuentran las heces humanas. Así referido podía tratarse de una curiosa peculiaridad biológica, pero la naturaleza no es un apacible laboratorio, y cuando se convive con una docena de animales con poderosa capacidad olfativa en una atmósfera limpia como el cristal, el potente sello de las evacuaciones humanas hace de estos animales unas fieras competitivas. Pueden convertir un actividad bastante comprometida de por sí en estas latitudes en un calvario, no es que los animales intenten devorarte por la parte donde suele terminar la espalda es que disputando por esos restos, la integridad física de los esquimales corre peligro. No es extraño pues que la última visita al iglú, y siempre que los perros estén atados ya al trineo, sea en efecto para efectuar la evacuación de los intestinos, a la vista del sosiego que proporciona ese recinto que durante la tormenta nos ha servido de refugio.
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Veneno y envenenadores en La Historia