Mariano Téllez-Girón (1814-1882) es nuestro hombre. En realidad se llamaba Mariano Téllez-Girón y Beaufort Spontin, duodécimo de los de su casta cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. Sus títulos nobiliarios, que por deseo expreso de su viuda, fueron tallados en su ataúd, ocupaban una espacio de mas de dos mil palabras. Quince veces Grande de España. Durante el siglo XIX fue la casa nobiliaria más importante del país, unidos a esos títulos de grandeza había que considerar también ocho ducados, seis marquesados, mariscal de campo de los ejércitos, senador. Contribuyente a la hacienda pública con 840.000 reales [como dato comparativo téngase en cuenta que los ingresos de la Hacienda Pública Española del año 1833 eran de unos 620 millones de reales], máximo tributario pues, por delante de la casa de Medinaceli y la de Alba. El primer duque de Osuna lo fue merced a Felipe II, Pedro Téllez-Girón y de la Cueva, se llamaba.
Mariano Tellez-Girón ni siquiera estaba destinado a ostentar el ducado de Osuna, pero la muerte de su hermano, Pedro de Alcántara, el primogénito, puso a su alcance el ducado. Cumplidor en las guerras carlistas, agregado militar en Londres, y sobre todo, servidor de la Reina Isabel II, que había sobrevivido, solo sufrió una pequeña herida, al puñal con el que el cura Merino quiso acabar con su vida. Esta le nombró en 1856 embajador plenipotenciario en Rusia, si bien el nombramiento oficial se haría esperar. El cargo estaba remunerado con un sueldo de 400.000 reales mas otros 90.000 para gastos de desplazamientos. A ambos renunció el duque que entendía desde su holgada situación financiera que el servicio a España era una obligación, Su prodigalidad en cualquier caso nacía de su arrogancia, cuando murió en su castillo de Beauraing, en Bélgica, en el año de 1882, dejaba unas deudas de 44 millones de pesetas. A título indicativo podemos señalar que la totalidad de la deuda publica del Reino de España en 1870 oscilaba en torno a los 4.500 millones de pesetas, el uno por ciento de la misma. Podemos fijar una fecha del declive económico, o principio del fin, de la casa de Osuna. Estamos en el año de 1861, en una escritura pública que formalizaba un empréstito inmobiliario con la fabulosa garantía hipotecaria de casi 1500 fincas con una extensión de 200.000 hectáreas en 20 provincias españolas lo que permitía prácticamente al duque viajar durante varias jornadas sin verse obligado por ello a abandonar sus tierras. Por este crédito Mariano Téllez Girón obtenía unos 90 millones de reales proporcionados por el banquero Estanislao de Urquijo. Este capital le permitiría sufragar una tipo de vida en el que el despilfarro acompañaba la anacrónica y ya finisecular idea de la jactancia de los de su estirpe. No fue este un caso único, aunque sí el mas notable, porque los últimos lustros del siglo XIX marcaron la decadencia de las antiguas clases aristocráticas, incapaces de adaptarse a las nuevas corrientes económicas marcadas ya por la burguesía y su lujo razonable.
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Antiguo Palacio de las Vistillas, hoy desaparecido. Residencia de los Osuna en Madrid |
Ya dijimos que Téllez Girón rechazo por mor de esta anacrónica idea de nobleza el salario que llevaba aparejado su cargo de Embajador plenipotenciario ante el zar Alejandro II, una vez restablecidas las relaciones diplomáticas rotas por el apoyo de Rusia al pretendiente carlista. Este cargo exigía mas bien los oficios de un hombre de naturaleza amable y elegante, buen conversador y educado en la mas estricta etiqueta. Aunque no era precisamente un técnico en política exterior, llegó a San Petesburgo con el propósito de marcar un tópico de país que rompiera la imagen atrasada y temeraria de España entre las élites rusas.
Tellez Giron aprovecharía su falta absoluta de conciencia gestora, mezclada con la inconsecuencia de un hijo, y no primogénito, de la aristocracia. Educado solo para disfrutar del patrimonio familiar pero al que se le privaba de capacidad decisoria alguna respecto a los destinos de la familia. No fue un hombre cobarde pero cierta entereza en las escaramuzas en las que participó durante las guerras carlistas no se traducían en un carácter enteramente noble, confiado y de trato fluido. Tampoco era un hombre brillante, quizás ni siquiera ocurrente. Su repertorio social se nutria de los tópicos al uso, las convenciones sociales y un repertorio de anécdotas repetidas una y otra vez.
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Pedro Téllez-Girón . |
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Mariano Téllez-Girón. La prematura muerte de su hermano Pedro le ofreció el título. |
La estancia en Inglaterra a la que se desplazó como Agregado Militar en la coronación de la Reina Victoria en 1838, le pondría en contacto con la insoportable estulticia de los dandis, unos tipos cuyo máximo, y a veces único cometido, era la de hacerse presentes allá donde fueran, para después desaparecer. Brummel, el que fuera gurú del dandismo, se consumía por estas fechas en su exilio de la costa francesa que daba al canal, apuntando ya una demencia que le hacía ver inexistentes coches de caballo aguardándole. Su pedagogía de porcelana tuvo poco alcance, ni siquiera perduró la estrambótica costumbre de acharolar la suela de los zapatos, eso sí, los nudos de sus corbatas y el corte de sus pantalones eran impecable. Por lo visto Brummel se pasaba horas elaborando el nudo de la corbata hasta el punto de equilibrio el que tan trabajoso empeño parecía resultado de la improvisación, aplicando el principio de la lasa y natural elegancia de los de su clase; parece hasta cierto punto increíble que este hombre haya pasado a la historia por la extrema calidad de los nudos de sus corbatas. El Duque de Osuna no conoció a este pionero de Brummell, pero resultaba extraño que esta colmena de exquisitos no se hubiera infiltrado en los modos de La Reina Victoria y su marido, ambos podían pasar perfectamente como educados burgueses, pero lejos de lo que se supone que debía ser la primera de las familias de la aristocracia. Quizás la forma peculiar de cultivar el dandismo del Conde de Orsay conservara a los ojos del de Osuna una mayor pureza, la nobleza no tiene fronteras porque participaba de los mismos principios: valor, generosidad y elegancia. Sorprendemos a Orsay, defendiendo el honor de una dama, ofreciendo el pecho en un duelo a su rival para que este no le disparase en la cara -tal parece que Maxilimiano, el que fuera fugaz Emperador de México, también pidió al oficial del pelotón que lo iba a fusilar que se abstuvieran de dispararla en la cara-. Una pena porque Orsay era mucho, pero no era conde, lo cual en nada menguó la impresión que causara en nuestro duque cuando este bonapartista enrolló un billete de mil francos y le prendió fuego, y todo ello para iluminar fugazmente la codicia de uno de los banqueros Rothschild que buscaba a gatas una moneda de un franco que se le había caído al suelo. Una anécdota que no sabemos si es del todo verídica, pero que debió de grabarse a fuego en la cabeza del Duque porque años después, en San Petesburgo, lo imitaría. Buscaba en este caso un pendiente, y en este ocasión la luminaria no era solo un billete, sino un fajo de rublos. Sea como fuere de su viaje a París se trajo un retrato del caballero de Orsay.
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Pedro Téllez-Girón se llamaba también el III Duque de Osuna. Su valor, caballerosidad y entereza le hacían particularmente querido a Don Mariano. Estimaba particularmente la leyenda del duque acudiendo el solo a socorrer a uno de los hombres del Tercio caídos en una emboscada en Flandes. Por todo ello se le conoció como el Grande Osuna |
La fatuidad del de Osuna se ajustaba a las mil maravillas con aquellos formidables imbéciles que diría Víctor Hugo, en referencia mas bien a su dandi local; Barbey d’Aurevilly, un faltón al que no le habían partido la cara porque tuvo la fortuna de encontrar personas más educadas que él. Lord Byron tampoco escaparía ileso, este sublime fatuo escondía su puro vaciamiento en la ampulosidad -«cupido desencadenado» había llamado a d`Orsay- Idolatrado en su momento, colocado en un pedestal de cera, solo el paso del tiempo le fue colocando en su lugar. Por cierto, y ya lo veremos mas adelante, Byron se relacionaría con Osuna de un forma un tanto elíptica.
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