Esta es la historia de un país del que hay gente que no sabe si existe. Unos lo hacen en África e incluso piensan que es una isla del Océano Indico. Otros creen que sólo es una fruta. Otros, lo confunden con su vecino Uruguay. Aún hay otros que lo ven mas bien como río. Nosotros sí sabemos donde está Paraguay. Sabemos que no tiene mar, aunque tenga ríos que se lo parezcan. Sabemos también que uno de sus mayores tesoros es la energía eléctrica que produce, la que hasta hace bien poco era la presa más grande del mundo, la de Itapú. Que tuvo un presidente que fue Arzobispo en excedencia, y al que se le suponen varios hijos, pero lo que no sabíamos es que en el siglo XIX estuvo a punto de desaparecer como país. Sufrió un espantoso conflicto que proporcionalmente no tiene nada que envidiar al exterminio del pueblo camboyano, ni al genocidio ruandés. Hablamos de la gran guerra, un aniquilador conflicto que le enfrentó, sólo, contra Argentina, Brasil y Uruguay...... Perdió. Claro. Nos acompaña una foto del siglo XIX; se trata de un niño soldado paraguayo hecho prisionero.
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Los desastres de la Guerra. Restos de soldados paraguayos |
Esto podría ser una historia de héroes y villanos pero no es tan sencillo. Siempre que hay una guerra de por medio, y digo siempre, la verdad, si es que existe, hay que buscarla en un terreno intelectivo neutral. La gestación de Paraguay como país fue dolorosa; todos los procesos de independencia lo son. Encajonado entre dos naciones con vocación de liderazgo como Argentina y Brasil, a los que fue útil mientras no estableciera disputa con ninguno de ellos. La intervención de Paraguay en el diseño de la nación uruguaya, las audaces incursiones en territorio brasileño y las maniobras tras este escenario de la potencia de turno, Gran Bretaña, además de una percepción bastante errónea de la capacidad del país por parte del caudillo de turno, en este caso Francisco Solano López a la sazón presidente dictador de Paraguay, determinaran que este territorio se enfrentara él sólo a Brasil, Argentina y Uruguay, pensando que podría salir victorioso
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Francisco Solano López. LLevo a su país a una guerra de cinco años |
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José Gaspar Rodriguez de Francia |
Eso sí, Francia jamás se enriqueció con su cargo, tal y como lo haría su sucesor, Carlos Antonio Lopez, un abogado sin escrúpulos religiosos ni políticos. Se enriqueció cuanto pudo hasta el extremo de convertirse en el mayor propietario de tierras del país. Fue autor, creemos, de una curiosa ley; “la del utero libre” que es el nombre de un código que hacia libres a los hijos de esclavos engendrados en tierra paraguaya. Carlos Antonio Lopez sabia muy bien cuál era el papel destinado a su país y previno a su hijo, Francisco Solano López, de aventuras exteriores. Dejaba un país con una buena posición económica aunque al socaire del los vientos dominantes del libre comercio.
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Mujer paraguaya dando sepultura a sus hijos |
A Francisco Solano López, hijo de Antonio López, se le conoció como mariscal, y jefe supremo de la nación paraguaya. Dirigió el país hacia el abismo de su extinción, por eso se le juzgo con severidad. Unos vieron en él a un déspota, otros le juzgaron con más benevolencia y le consideran un héroe trágico y romantico. Sea como fuere escondía una personalidad compleja. Por la patria, eso decía, mandó torturar a su madre y fusiló a su hermana. Inició una guerra que no podía ganar y llevó a su país al limite de la extinción física real. Tuvo, eso sí, la habilidad de presentar su causa como la de un pequeño país agredido por fuerzas desproporcionadas lo cual le granjeó la simpatía de los Estados Unidos y buena parte de las repúblicas iberoamericanas. De hecho, el dictador boliviano Melgarejo, le prometió 100.000 hombres para defender la capital Asunción del agresor brasileño y argentino. No hubo nada de esto y se encontró sólo al mando de un ejercito que marchaba descalzo y acabó por comerse las correas del armamento, pero que tenía un valor fuera de toda duda y al que sus enemigos rendían honores militares por su bravía y coraje.
Continuará...
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Veneno y envenenadores en La Historia