Tradicionalmente se ha ofrecido del varon español una imagen un tanto caricaturesca que respondía al perfil siguiente: hombre serio, calvo, con bigote o barba y hosco ( es decir con malas pulgas). Había también virtudes: generoso, valiente, noble, franco. Bien. De entre todas ellas apuntaba una que no sabemos muy bien donde encajarla: la gravedad ¿Buena? ¿Mala? Si observáis el wordreference.com, que es una pagina utilísima de sinónimos, todas las entradas relacionadas con gravedad son de una pomposidad que pesa: solemne, digno, estoico, pesantez (sic). Pero por otro lado, la gravedad, también es una garantía. No la hay sin decencia o no debe haberla, por eso la gravedad puede aportar elementos para engrosar un buen currículum: para la judicatura, por ejemplo, notaría, política….samurái (sí: samurái. Os invitamos a establecer paralelismos entre el estoicismo del samurái y la gravedad española) En fin, uno de esos accesorios que ha marcado la imagen de la gravedad española durante el siglo XVI y parte del XVII han sido las gorgueras.
Esto es una gorguera |
.....Y esto es el retrato de un tipo con gorguera. |
Estas piezas no fueron exclusivas de la Península y las usaron tanto varones como señoras, de hecho, los Países Bajos fueron sus más entusiastas seguidores, pero sí es cierto que las gorgueras coincidieron con la supremacía militar y política de España, quizás el primer Imperio global de la historia. Observen que la eficacia de un Imperio viene señalado mas bien por el éxito de su cultura, ropa e indumentaria incluida, que por la resolución de sus ejercitos. Además la gorguera, que obligaba a mantener el cuello rígido y envarado, se ajustaba a la perfección con la imagen orgullosa y grave del español.
En fin, la gorguera es una prenda historiada y compleja armada, en el mejor de los casos, con infinidad de cordoncillos y tremendamente incomoda, hasta el punto de que su uso quedaba casi limitada al protocolo y reservada a las clases nobles. Para su confección se llegaron a precisar hasta quince metros de tela. Con el fin de que el cuello quedara rígido, la tela se montaba sobre un armazón redondo de alambre sobre el que se colocaba la tela formando pliegues. Se utilizaban tejidos blancos e incluso llegaron a disponerse para tal fin de telas con hilo de oro y seda. Su consistencia se conseguía merced al uso de polvos de arroz y agua, lo que les proporcionaba un tono azulado. Las gorgueras empezaron a utilizarse en la España de Felipe II y fue una moda que acabó por extenderse a toda Europa, en particular a los Países Bajos. En Italia se conocía como cuello español. La gorguera se convirtió en una prenda muy costosa por lo que las clases populares y urbanas utilizaron la golilla (una gorguera de reducidas dimensiones) Una frágil campaña moralizadora contra la opulencia emprendida por Felipe IV suprimiendo oficios, entre ellos los de planchador de cuellos, facilitó su sustitución por cuellos a la valona. Dicho plan incluía, incluso, la quema pública de vestidos y otros artículos suntuosos . Las gorgueras, junto a los guardainfantes (faldas de grandes proporciones) se han representado con profusión en el arte español del siglo XVII.
Pensabamos que las gorgueras se habían quedado en el polvoriento almacén de la historia, pero, no es así. La búsqueda insaciable de los diseñadores y los creadores de tendencias nos ofrece, una vez más, estos artilugios como opciones de consumo (?). Os presentamos las gorgueras del siglo XXI, que nada tienen que ver ya con la tradicional severidad de nuestros antepasados barrocos.
Pensabamos que las gorgueras se habían quedado en el polvoriento almacén de la historia, pero, no es así. La búsqueda insaciable de los diseñadores y los creadores de tendencias nos ofrece, una vez más, estos artilugios como opciones de consumo (?). Os presentamos las gorgueras del siglo XXI, que nada tienen que ver ya con la tradicional severidad de nuestros antepasados barrocos.