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Camisa perteneciente al Arzobispo Ximenez de Rada muerto en el siglo XIII. Hombre de gran envergadura fue Arzobispo de Toledo y Primado de España. La prenda ha sido restaurada. |
Hercules, el héroe clásico también murió de esta manera, en su caso, el veneno había sido dispuesto sobre la superficie de una capa con la que le habían obsequiado. Los turcos añadían una variante local: dentro del calzado, el sudor corporal aceleraba la transpiración y esto permitía una mejor asimilación del tóxico. En Francia, el uso de veneno, que no era desconocido, empezó a ser institucionalizado con la llegada de la reina Catalina de Médicis, de origen italiano. Lo usó con frecuencia y también con torpeza, pues en el intento de envenenar a un aspirante a la corona francesa, acabó por matar a su propio hijo. El uso de los venenos llegó a hacerse tan corriente entre la aristocracia en tiempos de Luis XIV que el Rey se vió precisado de constituir un Tribunal especifico llamado la Camara Ardiente. Dicho Tribunal se ocupaba únicamente de juzgar los casos de envenenamiento y brujería. El mismo Rey se había librado de perecer envenenado, pues aunque la ponzoña circulaba por delante de sus narices a nadie - por el momento, claro- parecía interesar su muerte. Las acusadas, pues la mayoría eran mujeres, fueron sometidas a espantosas torturas y quemadas en la hoguera. De sus testimonios se deduce el uso del veneno sobre la ropa interior -las camisas exactamente, ya que esta era la función de esta prenda- pero con una variante sobre la anterior, el producto era solo un irritante de la piel que producía severas reacciones, ninguna de ellas mortal. El veneno llegaba después, cuando los infelices buscaban una cura para su piel irritada, oculto en los ungüentos y cremas proporcionados para aliviarles de su mal. Las escoriaciones de la piel hacían que el veneno penetrara mejor en el cuerpo.